Eres el amor en carne. El veneno más dulce.
Eres grande. Tienes caballos en el pecho. Caballos mensajeros. Yo los veo. Son caballos de vida. Caballos habitables como palabras. Eres fuerte, granate y estás en las gencianas y en los imperativos. Tú mandas. Yo obedezco. Eres grande, gobernadora y amplia, salobre, apetitiva. Y no te alcanzo.
Y hueles a salud como el amanecer de las aldeas. Tienes capacidad y tienes toros y cruces y campanas. Eres contigua y fiel y consecuente, como la voz y sus sonidos. Como el relámpago y el trueno. Rudimentaria y libre y escindida y estás junto a los novios y entre los campesinos. Alibiadora y clara y apacible.
Aliterante como las olas lentas de las calas.
Blanca como las casas blancas de la costa.
(Y, con Mallarmé: Pour ouir dans la chair pleurer le diamant. MGE)