En un sueño de palabras...

Ni el fuego ni los cielos

25 dic 2009


Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
Borges

Asombra la minucia egipcia ante la muerte y sus caminos, los infinitos signos que guiarán al difunto, la barca, la balanza, el corazón, el monstruo que acecha, la pluma, el señor de los muertos y el escriba.

Inquieta la descripción de las diversas partes materiales y espirituales que componen al hombre muerto: la luz, el nombre, la fuerza vital, el "alma" -un ave con cabeza humana, como una sirena griega-, la sombra, la carne, el cadáver...

Asombra e inquieta la descripción minuciosa de la muerte egipcia si la colocamos bajo el signo de la vida. La muerte egipcia así descrita no es más que la vida, con su corazón temeroso y el monstruo acechante, la delicada pluma y la balanza.

El camino así considerado es el camino sagrado de la vida, donde cada acto es pesado y enjuiciado en el instante mismo en que acontece, traspasado de cielos que castigan y fuegos que premian y el hombre es el infinito caleidoscopio de su propia libertad: sombra y luz, carne y espíritu y cadáver y ave.

Unidad misteriosa que persiste o en la que creemos... aunque a veces el ave del alma se escape en busca de lo que quizá no existe pero que ama, aunque la sombra se desdoble de su hombre y se encarame pálida en el balcón de otra luna, aunque su luz se manifieste clara y sonora en el otro lado de su mundo convenido, aunque a su nombre le salgan alas y sea creador al enunciarse, aunque lo que en el hombre hay de muerte y de pasado se aferre al clavo ardiente de lo que quiere y quiere existir y, nadador denodado del tiempo, alcance la orilla del futuro.

Asombra e inquieta que en el hombre, el Uno, el Solitario, coexistan tantos hombres y numerosas soledades que buscan su remedio por cuenta propia. Pero lo que más me asombra e inquieta es la confabulación universal* en virtud de la cual creemos y hacemos creer que solamente somos uno, que no podemos estar en más de un lado a la vez, que la voluntad y el querer deben ser unívocos y que sólo al morir -y no ahora- habrá balanza, monstruo devorador de corazones, fuegos y cielos.

* O la simplificación de la noción de Unidad y el apaciguamiento de estos temas en el reducto de la ficción fantástica