Fuego, agua, enramada, pozo, abismo.
Todos atraen.
Todos hunden y todos elevan.
El ojo se queda prendido como el pez en su carnada y no puede ya distraerse, ni cerrarse, ni salvarse.
Y es que al final del fuego, del agua, del pozo, de la enramada está la raíz de la imagen.
Que es la raíz del mirar.
Y el anhelo y la esperanza, si acaso, son sus flores.