(Sobre Gus, un poema "para niños" de Aurelio González Ovies)
En la vertical de su texto, en la primera dimensión sobresalía el humor. Su silencio confabulaba una historia sorprendente o hilarante: un matrimonio de gusanos en el interior del agujero de una manzana. La gusana queda viuda justo cuando se marcharían de vacaciones y el poema termina como empezó: con la soledad de un animalito y el consuelo de las palabras recordadas.
Cuando este poema se levanta sobre sus sonidos, cuando este poema se hace escuchar, si alguien pensaba reírse por las vacaciones en un plátano o porque el gusano fue aplastado por la pata de un caballo estaba muy equivocado.
Por ese poder extraño de poeta los versos de siete sílabas llevan a una honda reflexión sobre la vida y el dolor de perder la compañía.
La música de las palabras así encontradas remite al lamento de los lagartos de Lorca, los que perdieron su anillito plomado y en el recuerdo de la dicha perdida de la pareja de gusanos hay ecos de la noche oscura, de la Amada en el Amado transformada en el interior de esa manzana (¡y estamos hablando de gusanos!)
Se tiene que ser muy Lorca para que lloren los lagartos. Y muy González Ovies para, en una gusana sin rostro, cifrar tanto amor, tanto dolor, tanto abrazo vacío, tanta ausencia...
Gus
Aurelio González Ovies
Ay, Gusana qué sola
se sintió bien temprano,
al ver vacío el hueco
de su Gusano.
En la misma manzana
cincuenta años...
cincuenta años durmiendo,
cincuenta paseando.
Juntos toda la vida,
Gusana con Gusano,
juntos a las lechugas,
juntos a higos pasos.
Ay, Gusana, qué pena
cuando estira los brazos
y no toca la barriga
de su Gusano.
Cincuenta años queriéndose,
cincuenta años casados,
cincuenta años, cincuenta,
hasta que se jubilaron.
Y ahora que iban a ir
de vacaciones a un plátano,
a un agujero nuevo
a orillas del verano...
¡A Gusano lo pisa
la pata de un caballo!
Ay, Gusana qué largos
se te hacen los sábados.
Gusano te diría:
¡Levántame ese ánimo!