La escritora y queridísima amiga María Eugenia Mendoza ha publicado en su blog La Aldea de las Letras la primera reseña sobre mi novela Copo de Algodón, en la que pone de manifiesto su profundo compromiso con la historia de México, con nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Dar a luz este libro ha sido el conjunto esfuerzo de Ediciones El Naranjo, su directora Ana Laura Delgado, la editora Angélica Antonio, el ilustrador Marcos Almada Rivero, Rosario Ponce, Jonathan Minila... y el que una mirada de palabras conocedora y generosa como la de María Eugenia lo haya leído con esa claridad, viste a Copo de Algodón -y nos viste a todos- con el huipil de la esperanza. (MGE)
Copo de Algodón
María García Esperón
Ilustración Marcos Almada Rivero
México, Ediciones El Naranjo, 2010
ISBN: 978-607-7661-17-7
María Eugenia Mendoza Arrubarrena
María García Esperón da voz a Copo de Algodón o quizá Copo de Algodón esperó pacientemente y por fin descubrió a María, quien la escuchó con amorosa atención y se convirtió en la portavoz de la hija consentida del Gran Tlatoani, quien tiene tantas vivencias que compartir con los herederos de los cimentadores del agua y con el mundo entero.
La pequeña Tecuixpo se entera por su nana cómo fue su nacimiento, cómo fue recibida entre los cantos de la princesa de Texcoco y los rezos de la reina de Tacuba, sus abuelas. Y de cómo sus ojos recién abiertos al mundo vieron directamente a los ojos a su padre, a quie ama y admira. Pero ese amor no impide cuestionamientos "¿Mi padre es un hombre cruel?", pues además de ser un temible guerrero era sacerdote y "no vacilaba en arrancar del pecho del sacrificado el corazón palpitante que alimentaba la sangre solar de nuestro señor, Huitzilopochtli".
Copo de Algodón cuenta pasajes de nuestra historia desde la perspectiva niña, de testigo y protagonista en un tiempo y una cultura que a los ojos de la sociedad actual resultan dificiles de comprender. Cuando tiene ocho años asiste al sacrificio de la hija de su nana, la pequeña Quetzalli, quien lloraba mucho, y fue ofrendada, no como castigo sino como privilegio, a la diosa del agua Chalchiuhtlicue, la de la falda de jade.
Reseña completa en La Aldea de las Letras