
La alquimia es la lengua materna del Universo.
El problema es que sus primeras letras queman la mano que sostiene el lápiz, consumido en segundos por el mismo fuego que segundos antes se llevara el papel.
Sin soporte ni instrumento, el alquimista impaciente corre el peligro de perder el recuerdo de esa lengua, la memoria del dedo de fuego que lo despertó de la noche tranquila en la que duermen las demás criaturas, a las que no se les ha encomendado transmutación alguna.
Acaso deseará regresar a la noche-tranquila-de-todo-el-mundo pero esa ya no existe para él.
Y no hay tragedia peor para el alquimista que perder el fuego por ganar la letra.
1 comentarios:
Yo he conocido muchos alquimistas que perdieron el fuego. Están llenos de letras y hasta de dinero pero no podrían encender un fósforo.
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