Una entrevista por María García Esperón
Joven, talentoso, multipremiado y escritor. Sandoval le ha dado un rostro internacional a la literatura infantil y juvenil mexicana.
Jaime Alfonso Sandoval (San Luis Potosí, 1972) no lleva la cuenta de los premios de literatura infantil y juvenil que ha ganado. Barcos de Vapor y Grandes Angulares de Ediciones SM se le amontonan sobre la mesa.
Este autor mexicano debutó por la puerta grande apenas veinteañero con una novela asombrosa, El Club de la Salamandra, que a poco más de diez años de su publicación es ya un clásico de la LIJ latinoamericana. Siguieron títulos promisorios de aventuras y rebosantes de fino humor como La Ciudad de las Esfinges, República Mutante, Confidencias de un Superhéroe y Padres Padrísimos. Cuando se le ocurrió abordar la narrativa de terror, entregó en Fantasmas, espectros y otros trapos sucios una obra maestra del género... con un toque muy mexicano.
A principios de 2009, Jaime Alfonso Sandoval fue el único autor mexicano de LIJ elegido para participar en el prestigiado Salón del Libro de París. Su República Mutante fue traducida al francés con el título de Un oasis dans le Pacifique.
¿En qué momento y cómo Jaime Alfonso Sandoval se miró en el espejo (interior) y dijo: "Aquí hay un escritor"?
A los siete años perdí a mis dos mejores amigos, eran dos hermanos, una niña y un niño de la colonia. Simplemente me dejaron de hablar. Cuando pude interrogar a uno de ellos y le pregunté el motivo de su alejamiento, me contestó que su madre les había prohibido acercarse a mí, que yo era una mala influencia porque tenía una imaginación peligrosa.
Pude ofenderme, pero me encantó esa descripción de mi persona.
Creo que básicamente eso son los escritores. Gente con imaginación peligrosa.
De las obras que has escrito ¿Cuál es la aventura que hubieras querido vivir personalmente?
Definitivamente El Club de la Salamandra. A la edad de Rudolph Green (el personaje central), más que vivir, yo padecía de una existencia bastante limitada en una pequeña ciudad de Michoacán que podía cruzarla entera en 15 minutos andando en bicicleta, sin encontrar ninguna librería a la vista (pero sí muchas paleterías). Anhelaba conocer mundo, ver otras cosas, leer otros libros. Así que hubiera estado excelente cruzar el mundo en sentido tangencial y vertical, descubrir otras ciencias, enamorarme apasionadamente. ¿A quién no le gustaría?
Antes del cine estaban los libros. Y después, también.
¿Con cuál de tus personajes te identificas más?
La mayor parte de mis libros están escritos en primera persona y se me cuelan muchas vivencias. Aunque el personaje con el que me identifico más es Pepe Topete Jr., de República Mutante. Creo que durante la infancia a veces uno es testigo de las locuras de los adultos y se ve envuelto sin quererlo ni desearlo en sus delirios. No tuve una familia igual a la de Pepe Topete Jr., pero, en esencia, sí bastante similar.
Comenzaste queriendo ser cineasta y la literatura te atrapó. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
Lo que me llevó a la literatura fue “el error de diciembre”. Yo estaba estudiando cine e imaginaba una maravillosa vida como guionista o director, pero al salir me topé con el desempleo total, entre la crisis financiera y mis desaforadas historias que eran imposibles de producir en México. Entonces vi una convocatoria para novela juvenil, ahí vacié mis historias, encontré un camino en el cual nunca voy a dejar de transitar.
¿Cuál es tu verdadero y único amor, la literatura o el cine?
Antes del cine estaban los libros. Y después, también.
Platícanos tus reflexiones en torno a haber sido el único escritor de LIJ mexicano que fue al Salón del Libro de París, ¿cómo viviste esa experiencia, qué saldo te dejó, qué proyectos, qué sueños?
Yo era uno de los escritores más jóvenes de la comitiva, con menos traducciones, y para colmo escribía para niños y adolescentes (novelas de aventuras y humor). Tenía miedo de que esto me dejara al margen del margen entre todas las luminarias consagradas y que terminase como un colado más.
Por fortuna, pronto me di cuenta que el motivo del viaje era para establecer un diálogo con los lectores y resultó una extraordinaria experiencia. Platiqué con alumnos de varias escuelas de París, tanto de la ciudad como de los suburbios, hablamos de mi novela, de sus percepciones, hicimos contacto enseguida. Quedé alucinado al ver que las aventuras de una familia de Iztapalapa en México, es perfectamente entendida y disfrutada por un niño argelino que vive en París.
Platicando con editoras francesas también me percaté de la visión y desconocimiento que tienen de los escritores mexicanos de LIJ. Se piensa sólo en relatos folcloristas o en limitadas historias.
Mi objetivo, claro, es demostrar que hay mucho más qué decir.
Anhelaba conocer mundo, ver otras cosas, leer otros libros
¿Con qué escritores construirías a tu escritor ideal?
Si Juan Rulfo hubiera tenido la capacidad creadora de Corín Tellado (hablando en cuestiones de productividad). ¡Qué maravillas tendríamos en las bibliotecas de México!
¿Con qué libros construirías tu libro ideal?
Con una enciclopedia de Geomundo o con la colección de National Geographic. Hay en mí un científico frustrado, un expedicionario sedentario, que cuando caen en mis manos esos volúmenes o revistas, empiezo a imaginar historias. Es raro, pero para ninguno de mis libros he consultado Internet, todo lo saco de enciclopedias viejas. Tal vez debo modernizarme.
Muchos de tus lectores pensamos que manejas el humor de manera magistral, pero confiésanos: ¿es esa tu herramienta preferida a la hora de escribir? ¿Hay otras?
Alguna vez en mi azarosa vida de guionista llegué a una televisora donde me pidieron escribir telenovela, de las de llanto sostenido y sufrimiento sin fin. Como guionista fui un desastre total, nunca pude concentrarme en el dolor, siempre salía el humor.
Otros recursos que me encantan son las viejas técnicas de los folletines decimonónicos, como construir los capítulos para llegar a una pregunta final que exija al escritor a leer el siguiente episodio. Revelaciones, vueltas de tuerca. Esto lo aprendí leyendo a Dumas (El Conde de Montecristo) y a Kalimán.
Por cierto, nunca me dieron trabajo como escritor de telenovelas.
Y por último, ¿alguna vez has escrito poesía?
Es curioso que lo preguntes, pero lo primero que publiqué, en una revistita literaria, fue poesía. Escribí poesía en mi adolescencia y luego la abandoné. Pero últimamente me ha vuelto a llamar.
Del Diccionario de Jaime Alfonso Sandoval
Libros: Es un objeto con hojas que guardan historias y pensamientos. Uno puede leerlos, pero a veces los libros nos leen a nosotros (y es cuando la cosa se pone mejor).
Viaje: Cuando viajas te desnudas. Dejas todo lo que te protege, tu casa, tus títulos, tus pertenencias, tus rutinas, y quedas sólo tú en esencia. Por eso al viajar se conoce en realidad a las personas, y se conoce a uno mismo también. A veces resulta increíble, otras veces aterrador.
Amor: Es un simple señuelo. Uno no encuentra la felicidad en el amor, sino en la esperanza de encontrarlo, en rememorarlo, en olvidarlo. Pero difícilmente se tiene en las manos.
Humor: Don de los seres humanos, que le ha permitido seguir adelante, destruirse y volverse a construir. Siempre he tenido la sensación de que las civilizaciones sin sentido del humor de una u otra forma desaparecieron.
Miedo: Es un limitante, pero también el arco que te dispara a la vida.
Jaime Alfonso Sandoval: Escritor de LIJ con muchas historias por contar.