La Plaza de la Luna, la plataforma adosada, la pirámide la Luna. Detrás, el Cerro Gordo y la noche cósmica.
La muestra "Teotihuacan: Ciudad de los Dioses", podrá ser visitada en el Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México hasta el mes de agosto de 2009.
El MNA nos tiene acostumbrados a museografías soberbias y ésta de Teotihuacan no es la excepción.
Es innegable la impronta del extinto arqueólogo Felipe Solís, para quien la exhibición es también un homenaje.
El discurso visual armado en torno a los últimos hallazgos en la Pirámide de la Luna -reconocimiento al arqueólogo japonés Saburo Sugiyama, quien ha dedicado su vida a Teotihuacan- es impresionante, ejemplo de lo que ocurre cuando se alían el conocimiento y la tecnología. Una serie de proyecciones en una vitrina de vidrio velan y develan la estremecedora escena de los humanos y animales sacrificados en la ceremonia de consagración del edificio.
Oscuridad y luz que despiertan misterios dormidos, que vuelven a levantar la incógnita: ¿quiénes eran?, ¿qué idioma hablaban?, ¿por qué desaparecieron?
¿Desaparecieron?
Físicamente tal vez. Pero sus símbolos, sus estructuras portadoras de memoria perviven, los cuatro rumbos y el centro, el glifo del año, la fusión de jaguar y de serpiente, de ave y de humano, el rostro miles de veces representado, la noche y sus luminarias ascendiendo la pendiente de las pirámides, el dios-diosa, la diosa-dios, el agua, el fuego, el viento, el ululante caracol que seccionado revela el símbolo del señor de la aurora, Tlahuizcalpantecuhtli, divino gemelo del alba y de la tarde...
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