Y si por ventura la vislumbras alguna vez,
no se compara ni con el oro ni con los jóvenes
y bellos rostros, ni con los vestidos ni los tronos rutilantes.
Y si eso ocurriera, en ese punto tu vivir adquirirá el valor
al que está destinado.
Porque la verás no con los ojos del cuerpo sino con los otros,
alimentados de virtud, agudos y claros y elocuentes.
Y entonces serás amigo de los dioses y tú mismo, inmortal.