Todo es Palabra
La poesía de Aurelio González Ovies
En el umbral de un artículo, escribió Gaston Bachelard, tal vez sea bueno crear una palabra nueva.
Pues en el umbral de este intento de abarcar lo inabarcable, de transmitir en lo finito la infinitud de un lenguaje poético, de explicar lo inexplicable, fue creada una nueva palabra.
Miravoz.
La voz que mira.
Cuando un poeta nos habla, dijo Gastón Bachelard, nos convierte en agua viva. Esa conversión es una callada alquimia que nos lleva al llevarla por el filo de los días. Cuando un poeta nos habla, nos transmite el don de su palabra y su palabra hace morada en nuestra boca y en nuestro corazón. Y de leída y musitada se convierte en voz.
En voz ocelada.
En voz que mira.
Y nos damos cuenta que algo ha sucedido, que lo inmanente ha acabado por transformar lo trascendente y que el mundo es definitivamente otro.
La palabra ha fundado la realidad. Una nueva, con sus mitos y sus bosques, sus ninfas que desperezan manantiales, sus rugientes océanos poblados de misterios, sus ambiciones y sus misericordias. Sus hombres. Su dolor y su amor y su nostalgia. Su impotencia, sus sueños...
Hay poetas que no solamente enlazan palabras bellas o recuentan bellamente su camino dolorido, sino que alumbran -en el sentido más terrible, originante, de la palabra- al Hombre. Y este ya no es cosa ni del papel ni de los libros ni de las pantallas, ni de la historia de la literatura ni de los prólogos ni los epílogos. Esto podría no escribirse o escribirse en la arena.
Pero tiene que decirse.
Porque la voz, cuando dice las palabras de este poeta, mira.
