

Hoy he recibido este email de María Wernicke. Lo transcribo. Tanta magia y tanto encuentro son para compartirse.
Te iba a escribir hoy, para contarte de mi encuentro con Mercedes y María José.
Primero nos desencontramos en el aeropuerto.
Yo lo recorría por dentro y ellas por fuera.
Por suerte Mercedes se dio cuenta de que el tiempo pasaba y yo no llegaba, así que me llamó y logramos juntarnos.
Cafeteamos las tres y charlamos como si fuese cosa de todos los días, con mucha emoción y alegría, y mucha risa, mucha, por casi dos horas.
Otro encuentro mágico.
Por supuesto que hablamos de vos, de Pedro, de Eduardo Langagne, de la gente del Fondo. Y de ilustraciones, de poesía, de muchas ganas de mucho, de árboles y tierra, de perros y gatos, de ella, de mí. La mesa era roja, y ese era nuestro espacio, la mesa, las tazas, las miradas y la conversación.
Creo olvidamos que estábamos ahí, en el medio del barullo de un aeropuerto, con gente que iba y venía, y anuncios de vuelos que partían o llegaban.
Un encuentro, una alegría.
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