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Era el gran Montezuma de edad de hasta cuarenta años y buena estatura y bien proporcionado, y cenceño, y pocas carnes, y el color ni muy moreno, sino propio color y matiz de indiio y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, y pocas barbas prietas y bien puestas y ralas, y el rostro algo largo y alegre, y los ojos de buena manera y mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo amor y cuando era menester gravedad...
(Bernal Díaz del Castillo)
Atribuido a Antonio Rodríguez -pero muchas veces referido como anónimo- este retrato de Moctezuma fechado en 1680 fue pintado en la Nueva España y llevado a la Florencia tardía de los Médici para que Cósimo pudiera mirar a un emperador americano a la cara.
Por eso el majestuoso personaje se encuentra en el Museo del Palazzo Pitti. Ha viajado, sí, y el que se enoja como señor ha llevado su diadema, su lanza y su chimalli de regreso a América, pasado por el Museo Nacional de las Culturas y el Museo de San Ildefonso, para retornar, melancólico en majestad al Palazzo florentino.
Mucho de la descripción de Bernal Díaz se refleja en esta pintura, ya suave y novohispana, nostálgica y viajera.