6 dic 2014 | By: María García Esperón

Un dragón naranja




Un dragón naranja
en la antigua China
vivía en el árbol
de las mandarinas.

Era el favorito
del Emperador
de entre sus dragones
de raro color.

Y lo refrescaban
con los abanicos
y lo alimentaban
con manjares ricos.

Y pulimentaban
todas sus escamas
y lo perfumaban
con esencias caras.

Su cabello de oro
esclavos trenzaban
con sartas de perlas
y con esmeraldas.

Pero por la noche
el dragón naranja
contaba sus penas
a la luna clara:

Era un prisionero
en jaula dorada
por que no se fuera
sus alas cortaban.

El dragón naranja
quería volar
y probar el sueño
de la libertad.

El dragón naranja
quería conocer
montañas y ríos
el hambre y la sed.

La luna apiadada
le hizo brotar
de nuevo las alas
y pudo volar.

En la noche inmensa
se hizo libertad
lágrimas derrama
de felicidad.

Y se fue volando
a reinos de nieve,
de arena, de viento,
de nunca y de siempre.

Cuenta la leyenda
que el Emperador
buscó vanamente
al bello dragón.

Y abrazado al árbol
de las mandarinas
se quedó llorando
en la antigua China.