En un sueño de palabras...

Tigres de la otra noche: la mirada poética de Orlando Granda

27 jul 2009


Desde Barranco, en Perú, llegan estas palabras sobre el tercer poema de Tigres de la otra noche. Con emoción y agradecimiento para con su autor, Orlando Granda, aquí las copio, para mí veleros de sentido en el mar de la poesía:



Releo el poema e inmediatamente, en los tres primeros versos, la voz poética se ubica en un lugar lejano, exótico como la India (tierra de junglas y tigres, geografía de sombras y luces...).
¿Cómo llegó la voz a ese lugar? Un misterio, aprentemente ("No puedo decirte cómo"), pero, ya lo sabemos, para llegar a los lugares más increíbles están las vías del sueño, los caminos de la imaginación, etc. que nos facultan esas rutas extrañas y conocidas por los atrevidos de pantalón corto y rodillas laceradas (y no me refiero únicamente a los niños cronológicos).
Una vez allí, en los fueros míticos de la India, de la aventura, quiero decir, todo puede ocurrir. De ahí la pregunta por el tigre. Pero, ¿quién es el tigre? y ¿por qué el tigre? Responderé apoyado en mi intuición: porque el tigre es muchas cosas, es el felino solitario y bello, gato hermoso y peligroso, día y noche, vida y muerte, animal dueño de su libertad y la nuestra, si nos asumimos tigres o dejamos que éste nos invada para pernoctar por esas junglas que luego negamos: el tigre, entonces, es cada uno de nosotros que nos permitimos hacer todo aquello que la razón y los años nos impiden realizar pues nuestros predios no son ya los de la niñez, sino que nos transformamos en habitantes de los espacios donde "nos vamos quemando al sol de la experiencia", como lo dice el maestro Alfonso Reyes.
El tigre, bella fiera, símbolo del de la aventura y del miedo, de la valentía y del terror, esa duplicidad de mundos (y otros más) en el que vivimos cuando infantes.



Y ¿la ciudad blanca ("blanca, bajo la Luna"), que cuando hay sol no aparece o cuando está oscuro no se mira? Esa ciudad no es una ciudad física, material, es una urbe atemporal, sin geografía precisa, es en realidad una ciudad fantasma que nos atrevemos a transitar cuando nos abandonamos a la plena y pura libertad de la imaginación, es la ciudad fantasma del tigre que también es fantasma, nuestro fantasma que existe, que nos observa, que nos acecha cada que "cerramos los ojos", que lo vemos mirarnos no de los "ojos para afuera" sino dentro de nosotros mismos, "detrás de los párpados", porque ese tigre no es un ente foráneo, el tigre es en realidad cada uno de nosotros, aquella parte que "ocultamos" o "no nos atrevemos ya a reconocer".
Pero no quiero ser pretencioso y pontificar, el tigre es todo aquello que queremos que sea, la respuesta es múltiple como múltiples son los lectores y las circunstancias de su lectura y sus vidas.

Ahora quiero hacer posada en la ilustración. Magnífica porque recurre a un elemento desdeñado: el cartón. El cartón y sus trazos toscos (como huellas de zarpas cuyas heridas son los colores que dan identidad a esos burdos cartones que esconden su espíritu sutil: ojos, ciudad).


Alejandro Magallanes. Foto: El Universal.

El pintor (Alejandro Magallanes) "dio en el blanco", develó el misterio de esos trozos de cartón: esos ojos son ojos y aves (aves atigradas) que vuelan por un cielo blanco (como el olvido), acercándose a la ciudad blanca para habitarla pues son su fauna (o tal vez su flora, porque esos ojos bien podrían ser hojas que caen, que llueven: lluvia vegetal que esconde al tigre agazapado). ¿Dos pares de ojos? Sí, los nuestros y su reflejo en el espejo, los ojos del tigre que también podrían ser los nuestros, si lo queremos.
¿Por que se utilizó ese material? Las repuestas también son múltiples. Me inclino por esta: Cartón, fragilidad. Tigre y ciudad fuertes y a la vez frágiles. Como lo somos cada uno de nosotros.

ORLANDO GRANDA
Poeta