Estas palabras que miran no eluden las vistas del dolor y la miseria, pero se hacen bálsamo de sí. Peregrinas, dijimos, caminan hacia la voz de los poetas que el poeta ama y de ellas extrae consuelo para esos ojos que tratan de entender lo que los rodea, para estos ojos con los que tratamos de dar sentido a la injusticia y a la pena que se clava en los niños que nacen en las cunas negras de la guerra, del hambre, de la explotación y de la ignorancia.
A nena soña con Federico.
Porque Federico encheu de cores o seu
corazón de sombras.
Porque Federico fixo que soara para ela
unha morea de campás perdidas.
Porque Federico lle prometeu que mantería
sempre a súa alma de nena.
Una lágrima sube del corazón de la página al corazón de la mirada. Bagoa que se va muy lejos, como viajan las lágrimas y las nubes, que quisiera abrazar y consolar, y explicar y transformar, que huele el humo y el frío y que desde el aire de los libros al aire de las cosas lee acompasada de compasión con el poeta que escribe:
Vai frío en Chiapas.
A nena escoita falar dende hai algún
tempo de Chiapas.
O pai fala de Chiapas.
A nai fala de Chiapas.
Demasiada xente está a falar de Chiapas.
A nena mira dúas fotos no xornal que está
encol da mesa da sala.
Sente arrepíos. Escoita o horror.
Lo que ven los ojos de los niños es transmitido por Antonio García Teijeiro con dulzura y profundidad, con una compasión no exenta de crítica. Crítica a la sociedad que permite y fomenta el sufrimiento y la pobreza, a los intereses cobardes y anónimos que fabrican huérfanos y maquilan hambre, a la falsa beneficencia. Se va a mirar a la raíz del ojo, a la mirada de la piel, a la inefable poesía de los que por ser pequeños y maltratados no encuentran palabra ni para reclamar ni para llorar ni para nada. Y el poeta Antonio hecho mirada tan sufriente y muda como las que escribe, dibuja para esos nenos y esas nenas una pregunta en candela, una palabra de lágrima, una ventana en la página y los puntos suspensivos que buscan, del otro lado de la sombra, una sombra de esperanza.
E ela, que hai ben tempo que non chora,
pregúntase: "¿Por que choran os lagartos?"
E alá, ó lonxe, como ocorre tan a miúdo,
o eco fai que se perda reseca a súa
esperanza.
O que ven os ollos dos nenos
Antonio García Teijeiro
Il.- Fino Lorenzo
Edicions Xerais de Galicia, 2000