5 sept 2025 | By: María García Esperón

Palabra de guitarra: Ioannis Andronoglou en clave de mito





Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Ioannes. 
(San Juan 1, 6)



¿Cuál es el papel del artista en los tiempos que corren? ¿Cuál el del educador? ¿Cuál el del político? ¿Qué hacen, qué mensajes emiten artistas, educadores y políticos ante el espectáculo monstruoso del derrumbe de la democracia y de los valores de libertad y justicia en los que nos educamos y creímos,  orquestado por el  país más poderoso del planeta?

Ioannis Andronoglou es artista, educador y hombre de la polis en el sentido aristotélico. Al combinar las tres vocaciones ha labrado una personalidad que, desde su patria en Macedonia se proyecta como un modelo humano que responde a las interrogaciones arriba planteadas. Para él, la educación y la cultura son el camino para superar los males que aquejan a nuestra sociedad. En su ensayo "El surgimiento de la guitarra en el Estado-nación como un acontecimiento histórico-musical con implicaciones sociopolíticas"* cita a Nikolaos Flogaitis (1799-1864) y hace suyas sus palabras:

“Entre los conocimientos humanos que contribuyen a la formación del alma, la música divina ocupa el primer lugar.”

Es verdad que el cultivo de las artes mejora al ser humano, lo refina y sensibiliza. Un proceso educativo en el que el arte y la cultura están presentes de manera constante desde la más temprana edad conduce a la formación de una personalidad adulta armoniosa. Y es desde esta perspectiva que se entiende a plenitud cómo, idealmente, los seres humanos así educados habitan y construyen mejores sociedades en las que todos poseen espíritu de comunidad, en las  que todos, en mayor o menor grado son políticos:

El hombre, es por naturaleza, un animal político […] La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara. La naturaleza, pues, como decimos, no hace nada en vano. Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. (Aristóteles. Política)

Ioannis Andronoglou levanta su propuesta humana sobre este trípode: Música, Educación y Política, entendida esta última en el sentido aristotélico. Ha enunciado la bella formulación del eterno sueño helénico como esa inspiración a la que podemos acogernos todos para dejar atrás la pesadilla de la muerte de la democracia, de la libertad y de la justicia como los hemos entendido y tratado de alcanzar.

La música divina


En sus manos, Ioannis tiene, literalmente, un poderoso instrumento. Como guitarrista ha estado en contacto prácticamente desde su niñez con la música ancestral del Mediterráneo y los compositores e intérpretes de Occidente. Para los que compartimos la tradición cultural hispánica, su interpretación de la obra de Albéniz, de Joaquín Rodrigo, de Paco de Lucía es deslumbrante. Además de un dominio magistral de la técnica -lo que se espera de todo guitarrista de élite- en cualquier sitio que se presenta crea en torno suyo una atmósfera especial, un centro del mundo.

    Como educador, académico y hombre de la polis Ioannis Andronoglou se dirige a la capacidad de raciocinio de los seres humanos. Como guitarrista seduce, arrastra y toma por asalto el ser emocional del hombre. Ese oscuro lugar donde acontece la lucha agónica del "Conócete a ti mismo", que fue la flor terrible que Edipo arrancó del santuario del dios de Delfos. 

Apolo


    Flechador. Dios de la luz, de la enfermedad, de la medicina, de la profecía, de la palabra, de la música... incognoscible y necesario Apolo. 
    Apolo Citaredo es la entidad numinosa que construyó la cultura griega para intentar aprehender una potencia indescriptible y divina: la música. La escultura helenística del dios con su cítara en el Palacio Altemps de Roma expresa la continuidad entre el dios y el instrumento. La música tiene su origen en el mundo divino y como tal solo puede ser soportada por el hombre a través de un medio que la humanice, que la haga apta para sus oídos mortales. La sombra luminosa de Apolo Citaredo está detrás del guitarrista para inspirar y tal vez vigilar la transmisión de la música divina.

Orfeo


    Es Apolo el padre de Orfeo, el músico de Tracia que desciende al inframundo en busca de su amada Eurídice porque el amor no acepta la muerte. En otra parte de su mito acompaña a los Argonautas en la expedición en busca del Vellocino de oro, para con su lira calmar a los monstruos marinos. Es también el fundador del orfismo, la corriente  religiosa que que precede a Pitágoras y a Platón y que corre por las venas del Cristianismo. Orfismo es inmortalidad del alma, resurrección, memoria... 

    Como Orfeo de Tracia, el guitarrista de Macedonia desciende a lo más oscuro tras una sombra evanescente mientras su música hechiza a los oyentes. Pero es él,  Orfeo-Ioannis, quien desciende, quien se encarama en la proa del Argos mientras adormece a los monstruos y cerberos que nosotros no vemos pero que él percibe. El público permanece en la esfera humana apreciando los mensajes que vienen del terrible mundo divino a través de la guitarra. 

Alejandro


    Como Alejandro, Ioannis Andronoglou es hijo de la madre Macedonia. Su región histórica lo aproxima a la Tracia, la patria de Orfeo. Él ha incorporado en su labor de compositor y de ejecutante las tradiciones musicales de esta tierra ancestral que incluye Bulgaria, Grecia y la Turquía europea. Por su sangre de guitarrista corre la sangre de Orfeo y del Grande Alejandro. 
    En 2021 ofreció un concierto en el Museo Arqueológico de Pella. Más que concierto se antoja un ritual intemporal y sagrado para honrar el alma inmortal de los ancestros macedonios. Un viaje a los sonidos del Mediterráneo, con composiciones de Albéniz, de Carlo Domeniconi y de él mismo, despierta y honra el alma de los hombres y mujeres que vivieron en Macedonia su aventura humana. La pieza de bienvenida del Museo de Pella es la cabeza de mármol de Alejandro. En el concierto arriba mencionado la música del macedonio Ioannis Andronoglou anima en el sentido más original ese rostro, le devuelve el alma con esas melodías que hunden sus raíces en tiempos tan antiguos como los mitos y que este guitarrista excepcional evoca desde el alma. El tema de su  Fantasía sobre una canción tradicional tracia lo pudo haber inventado Orfeo y, palabra de guitarra, tal vez alegró el corazón de  los adolescentes Alejandro, Hefestión y Tolomeo -los alumnos de Aristóteles en la corte de Pella- en más de una fiesta popular en el siglo IV AC.
    Lo que hizo de Alejandro una figura sin igual en el mundo antiguo, que muchos líderes han querido imitar, desde César en el siglo I AC hasta Fidel Castro en el siglo XX, fue su capacidad innata y cultivada por la educación que tuvo en Pella -producto de circunstancias específicas que no podemos tratar aquí- de habitar y construir el eterno sueño helénico. Cuando a los veinte años se convierte en rey de Macedonia y da inicio a la conquista de Oriente, implanta la que será su política: hambre de mundo, de conocimiento de lo diverso, de integración de la multiplicidad en la unidad armoniosa. Su viaje a través del Helesponto hacia Asia Menor en una actualización de la aventura de los Argonautas basta ya para comprender que el hijo de Filipo y de Olimpia estaba llevado por la fuerza incomparable del eterno sueño helénico

Una leyenda griega que ha atravesado los siglos con su ambigüedad y su misterio narra que Tessalonike, la hermana de Alejandro Magno, fue convertida en sirena y que cuando los marineros se aproximaban a las costas de la ciudad a la que dio su nombre, ella les preguntaba invariablemente: Ζει ο βασιλιάς Αλέξανδρος; ¿El rey Alejandro vive? A lo que ellos debían contestar: Ζει και βασιλεύει. Vive y gobierna. La leyenda transmite la convicción que la antigüedad tenía sobre la inmortalidad de Alejandro, que es la eternidad de su sueño, la esperanza en el inconsciente colectivo de ver aparecer de nuevo al joven rey al frente de sus macedonios ante el infinito mundo por conquistar.

¿El rey Alejandro vive?


El 29 de marzo de 2010, un muy joven Ioannis Andronoglou en una interpretación del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, a cargo de la Nueva Orquesta Sinfónica de Tesalónica en el Salón de Actos de la Universidad evoca a quien esto escribe  la dimensión del joven Alejandro al frente de sus hombres de armas. Pero la orquesta no es un ejército, ni el concierto es una guerra. Es la música divina en la que está comprometido el espíritu de todos esos jóvenes músicos griegos que componen esa orquesta.  La guitarra de Ioannis Andronoglou los dirige y guía, como Alejandro sobre Bucéfalo, a través de los espacios infinitos del eterno sueño helénico.

Minotauro


     Ioannis Andronoglou a veces  habla para sí cuando está tocando y eso que pronuncia no es un idioma de los que nos servimos en este mundo sino la lengua humana primigenia, la que es alfa y que es omega, origen y final.  Aunque tenga el micrófono tan cercano durante sus conciertos, la palabra que pronuncia es inaudible. Porque esa palabra es la flor oscura que ha ido a arrancar a la región del misterio -en la bella expresión azteca-, la rosa dorada de ocho pétalos presente en las armas de los guerreros griegos. La palabra que pronuncia Ioannis es la inaudible palabra del silencio. 
    Es la palabra del Minotauro vencido por su Hombre, porque los dos son uno y el Mismo. Son los sonidos negros de Federico García Lorca, "ese poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica". Es la salida triunfal del Laberinto. Porque el arte de Ioannis Andronoglou es, como la esencia roja y negra de la tauromaquia, un sacramento.  
    Un sacramento.
    Y como tal, se dirige al ser emocional del hombre para probarlo y rescatarlo de esta edad que ha creado los monstruos que la devoran. Palabra de guitarra: En los brazos de guitarrista de Ioannis Andronoglou ha despertado, para siempre y para todos, el Eterno Sueño Griego.

  

* (XIII Congreso Interdepartamental de Musicología. Música y Revolución Corfú, 19-21 de noviembre de 2021. Sociedad Helénica de Musicología, 2023)