El escudo de Gifré
(Calle de Amargós)
Para Xell Gispert, que me contó la leyenda de Gifré
en la Biblioteca de Catalunya, una mañana de junio de 2025.
En un hermoso palacio
en la hoy calle de Amargós
vivió en el siglo noveno
el conde Gifré el Pilós.
Tenía una huerta frondosa,
un arroyo y un jardín,
olivares y naranjos
su vergel barceloní.
A su palacio llegaron
noticias del reino franco:
quería pedirle ayuda
el nieto de Carlomagno.
Dejó su huerta Gifré
para acudir al llamado
y en el campo de batalla
luchó contra los normandos.
Lo hizo con tal denuedo,
demostró tanto valor,
que Carlos el franco quiso
declararlo su campeón.
Una flecha traicionera
lanzada por un normando
alcanzó al conde Gifré
desgarrando su costado.
Ya lo llevan a su tienda
y llaman al cirujano
mientras contempla la escena
el nieto de Carlomagno.
El médico extrae la flecha,
Gifré soporta el dolor.
Brota la sangre valiente
del conde batallador.
El rey Carlos, conmovido,
le dice al conde Gifré:
—pídeme lo que quieras,
con gusto te lo daré.
—Oh mi rey, pedir yo quiero
por defenderte, valor,
escudo para guardarte,
para servirte, un blasón.
El nieto de Carlomagno,
como inspirado por Dios,
puso su mano en la herida
del conde Gifré el Pilós.
Trazó el rey con cuatro dedos
sobre un escudo dorado
cuatro barras con la sangre
que manara del costado.
La noche los cubría a todos
y el brillo de las estrellas
iluminó con luz pura
al rey y al conde en la tienda.
—Mañana los catalanes
tendrán escudo y bandera:
cuatro barras, fondo de oro,
la llamarán la senyera.
El conde Gifré sanó
de sus heridas de guerra
y de vuelta en Barcelona
iba ondeando su bandera.