Desde mi ventana miro una torre bellísima y me propongo descubrir a qué edificio corresponde. Solo atravesar la Rambla y llegar a la Calle de Casanyas. Ahí se levanta la Basílica de Santa María del Pino, joya del gótico catalán, construida a principios del siglo XIV. Piedra elocuente de siglos, sencilla, sobria y señera. Debe su nombre a a devoción mariana, a un milagro que mostrara la imagen de la Virgen en el tronco de un pino. Alta y perenne como el pino la pureza de María, siempre verde, apuntando al cielo.
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