En un sueño de palabras...

Copo de Algodón en Avilés: un sueño de palabras

21 may 2011
Ilustración y mensaje de
Marcos Almada Rivero
Copo de Algodón en Avilés
Un sueño de palabras

María García Esperón

Amo el canto del cenzontle
Pájaro de cuatrocientas voces.
Amo el color del jade
 y el enervante perfume de las flores.
Pero amo más a mi hermano, el hombre
(Nezahualcóyotl)

Existe una clase especial de personajes que toman voluntad propia y se salen de su libro para seguir su libre voluntad, para continuar indagando su destino. Si este personaje es histórico y en buena medida desconocido, trasciende la voluntad de su escritor, que es su soñador… para ir al encuentro de otros soñadores.

Copo de Algodón vivió en el siglo XVI en la gran Tenochtitlan, el centro del poderío del Anáhuac. Fue en ella niña porque adulta ya lo fue en la muy noble y muy ilustre imperial ciudad de México, capital de la Nueva España. Copo de Algodón se quedó niña en su mundo de flores y de pájaros, en su ciudad que hablaba en náhuatl, en su poesía de la infancia acunada por la voz florecida de su tío Nezahualcóyotl, el rey poeta de Texcoco. Se quedó niña hablando con las aves y soñando en el amor de su tío Cuitláhuac, en la apostura de su tío Cuauhtémoc, en el misterio de su padre, el gran señor Moctezuma.

Copo de Algodón, desde ese su siglo XVI, tuvo un sueño que viajó a través del tiempo para amanecer abrazado por un amor misterioso al norte, muy al norte de España, donde una serie de voluntades de españoles de excepción,  tendieron puentes de palabras y de acciones que la llevaron a amanecer como les digo abrazada por un amor misterioso en la ría de Avilés, en el escenario incomparable del Centro Cultural Niemeyer, ante el auditorio incomparable de más de 200 niños del Colegio El Quirinal, que le dieron a esta niña antigua la oportunidad de decir y de explicarse, de hablar su idioma azteca, de narrar su cosmovisión, su cultura, su entrañable poesía, su amor por el pasado y su presente esperanza futura.

En todas las civilizaciones, lo único que permanece, que es eterno es precisamente lo más frágil, lo que más amenazado vive en sus días: las creaciones de la poesía y del arte. La Poesía. La Palabra. Del antiguo imperio azteca, que dominó toda la América Central, de sus poderosos reyes, de su teocracia terrible, de sus pulimentadas casas, sus templos calendáricos e impresionantes ciudades, del terror que imponían a través de la guerra florida que pagaba el tributo de vidas… quedó lo más hermoso, lo más invisible, lo más silencioso y lo más sabio, lo más misericordioso: in xóchitl in cuícatl, las flores y los cantos, la poesía…

Esa poesía que el 17 de mayo en el Centro Niemeyer, gracias a la Asociación de Amigos del País y a Joaquín de la Buelga,  la escritora  leonesa Asunción Carracedo y yo escribimos sobre hojas de papel de seda para que volaran ligeras y sagradas sobre las cabezas de los niños y que acabamos entregando en sus manos. Esa poesía del siglo XVI, escrita por los reyes poetas de Texcoco, Tenochtitlan, Tacuba y Tlatelolco, que se convirtió en un coro de belleza inaudita al ser leídos por los niños españoles del siglo XXI, que con sus voces frescas dieron la bienvenida a su hermana a pesar del tiempo y del espacio, a una niña como ellos, llamada Copo de Algodón, que pudo escucharlos decir, en la ría de Avilés y en el más hermoso sueño, con sus voces castellanas la palabras más hermosas que jamás se dijeron en la lengua del Anáhuac: Amo el canto del cenzontle, pero amo más a mi hermano, el hombre.