Hace tiempo comencé a grabar el paisaje mientras decía en voz alta poemas de memoria. Casi siempre en soledad, esas piedras y esos árboles me han venido pidiendo versos. A veces son los mismos lugares y las palabras ya están posadas en las ramas o extendidas cuan largas en las nubes.
Casi siempre también ocurren coincidencias asombrosas. Digo "perro" y ladra un perro. Digo "esperanza" y la calle así se llama. Digo "hoguera" y a lo lejos unas personas hacen un fuego. Digo "aquel pájaro" y un ave vuela, la sigo con la cámara y ella dibuja el vuelo del verso.
Como si todo acudiera puntual a una cita.
La palabra poetiza el paisaje, pero son las cosas, las simples cosas, las que liberan su belleza, como una fragancia, al soplo del verso. La tecnología está de por medio, pero solo eso, como medio.
El poema, portador de la interioridad misteriosa de su autor, está en mi memoria, también interior y misterio. Y así dicho, así tan al paso, hecho aliento, retorna al manantial de su ser, que está en cualquier parte del mundo porque el mundo camina poesía.
María García Esperón
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