Fuente: Correo del Libro
En el inicio de las cosas, el mythos abarcaba todo aquello que el ser humano era capaz de producir en una sola emisión de voz. Consistía propiamente del habla y cada palabra, como la unidad significativa más pequeña dentro del discurso, en sí misma y posteriormente en complicidad con otras de su misma naturaleza, se encargó de configurar universos, a partir de historias cuya veracidad o falsedad eran posibles a un mismo nivel.
Pero el tiempo quiso que el mito, tal y como ahora lo conocemos, quedara estrechamente vinculado con la ficción a partir de narraciones increíbles que aparentemente son reminiscencias de épocas remotas, pero que persisten en el presente y hasta en el porvenir, pues son aquellas que dan razón a todo lo que existe.
La necesidad de nombrar todo lo que hay y darle una explicación hace que la idea de un pueblo sin mitología sea casi inconcebible; porque los mitos también construyen identidad. Conscientes de ello, María García Esperón y Amanda Mijangos han decidido repetir la fórmula inaugurada en su célebre Diccionario de mitos clásicos, y en esta ocasión dan voz a las historias de civilizaciones más cercanas a sus orígenes. Así pues, de norte a sur y de la A a la Z, surgen uno a uno los mitos enraizados en las tierras del “nuevo” continente.
A pesar de tratarse de pueblos de latitudes, lenguas y por tanto culturas distintas, que confieren nombres únicos a deidades, ciudades y elementos de la naturaleza, son más las similitudes que las diferencias entre éstos; ya que al estar unidos por un mismo espacio geográfico, comparten esencialmente la exaltación de la naturaleza, como un ser sagrado que da vida a través de los elementos que la constituyen; así como las historias de amor, traición, envidia u orgullo que fluyen hacia un mismo cauce: dar razón del origen de la vida de su gente, pero también del mundo.
Con cada entrada de este diccionario viene un poema que nos descubre un poco la trama del mito que se está por leer, y nos permite explorar, a la vez, una parte del continente americano; mas el poder de las narraciones preservadas en las páginas del Diccionario de mitos de América se refuerza en las imágenes que parecen emular los trazos rústicos y las formas plasmadas por los primeros hombres, para ilustrar a tres colores la idiosincrasia de los aztecas, hopis, guaraníes, andinos o mayas.
Este gran tejido de cosmos, visiones y voces, más allá de describirnos un continente, una civilización o uno de los 12 pueblos mencionados, refrenda una faceta en la historia de la humanidad; de ahí que el lector pueda tomar parte de las diferentes versiones de un mismo fenómeno, como en el mito de la creación de los hombres, y no percibir una distancia abismal entre el origen que narran los aztecas con los huesos de los muertos traídos del Mictlán o el de la tradición andina con la palabra del dios Viracocha.
Así, el futuro lector tiene la posibilidad de elegir entre conocer la multiplicidad de culturas de la primera América o extraer con base en sus historias lo común que hay en ellas; sin embargo, independientemente de si su decisión lo lleva por uno u otro camino, lo cierto es que cualquiera de las dos opciones contribuirá, al ser leídas, a cumplir el objetivo del mito, a saber, la creación de una realidad: América.
Fernanda Gallegos Negrete – Estudiante y profesora de letras.
