Fuente: Voces de las dos orillas
"Sin era y jamás": "...te espero en mi sueño".
Por Anabel Sáiz Ripoll
Sin era y jamás,
María García Esperón -Enrique Pérez Díaz
ilustraciones Dagoberto Fuetes,
Enlace Editorial, Colombia, 2015 (El Tren Dorado)
Si no soy el antes ni soy el nunca, soy el ahora y el siempre. Es, precisamente, el mensaje que se percibe en el título de este poemario, escrito a cuatro manos, que evoca historias de amor que puede que nunca hayan sucedido o puede que se estén celebrando ahora mismo o quizá casi vayan a florecer, justo en el momento en que el lector abra el libro y empiece a leer. Será entonces cuando Sin era y jamás adquiera el significado atemporal que le han querido imprimir sus autores.
A lo largo de 15 poemas, de aire modernista, algunos; evocador otros; mágico y sensual muchos, y legendario, otros, se van desgranando nuevas-viejas historias de amor. Los protagonistas son seres de la memoria, de la infancia, del corazón, del lugar donde siguen habitando los sueños. Son príncipes, princesas, dragones y unicornios. Los sentimientos son de nostalgia, de anhelos compartidos, de búsquedas, de certezas a medias. Los caminos son hacia dentro, hacia uno mismo porque, en realidad, la búsqueda del ser humano, la magia, el hechizo y la evocación le conduce, siempre e inexorablemente, hacia su propia esencia.
Como leemos en el poema inagural todos, sin exclusión, "somos viajeros de un mismo verso" y, en ese viaje, nos iremos encontrando y separando porque "[..] ¿qué es la distancia? / para el que viaja desde el jamás / para el que encuentra en un mismo verso / todo el misterio y el ser de amar".
Las historias nos envuelven con su atmósfera tenue y rumorosa. "La princesa Anhelo y el príncipe Esquivo" que desean encontrarse, pero son incapaces de hacerlo porque Esquivo no tiene respuestas y Anhelo sigue haciendo preguntas y esperando, esperando. El sueño se posa en los versos del poemario y no impide que, por ejemplo, un unicornio se enamore de una princesa y, al fin, queden los dos inmortalizados en un tapiz que, con el título "La dama y el unicornio", sigue hechizando, desde el S. XV, a todo el que lo contempla. "El príncipe Hielo" vive en una paradoja porque nota que algo le está pasando, aunque le cuesta descubrir que se ha enamorado de un rayo de sol. "La princesa Suspiro", tan parecida a la de Rubén Darío, sigue soñando y aguardando un destino que no llega porque ella misma lo rechaza. "El príncipe Sueño" sitúa al príncipe en el lugar de la princesa, de la Bella Durmiente, y le hace vivir un sueño, a la manera de Segismundo, mientras la princesa trata de despertarlo con un beso de amor para, oh prodigio, acabar soñando juntos los dos. "El Castillo de mis sueños" muestra que, después de tantos deseos de elementos materiales, lo que importa es la esencia y ese "comenzar otra vez...".
Algo parecido le sucede a la "Princesa viajera" que busca un amor ideal que solo halla, como Bécquer, en los viajes que hace a sus sueños. De nuevo la paradoja en "Destino y Origen" condenados a no encontrarse nunca, "El hada infinito", mientras, sigue su camino y su labor que nunca se acaba porque todo es un eterno retorno. En "Barcarola", al príncipe hechizado, se le pide algo imposible, vista su trayectoria. "no mueras de amor". Y enlazando con este poema, "Vals" se convierte en nostalgia, en ausencia, en siempre errar, en recuerdo y en infinito, en no ser jamás. En "Amanezco", se reúnen todos los anhelos de los que se hablan en los poemas porque "Amanezco a un día nuevo / en la torre de mis sueños / y nada importa si tardas, / cautivo, te espero en mi sueño...". Los dos últimos poemas "La princesa dorada" y "Un dragón blanco" siguen hablando de los sueños, de los encuentros imposibles, de los contrastes y, por supuesto, de la búsqueda del amor.
Entre gobelinos, almenas, castillos de cuento, suspiros y anhelos, los poemas de Sin era y jamás nos van sumergiendo en las eternas quimeras del ser humano, en los imposibles, en los misterios, en los secretos y en los sueños.
Y, mientras, Dagoberto Fuetes tiene la misión de ilustrar el poemario y lo hace escogiendo algunos de los personajes más importantes para inmortalizarlos en el momento en que está al punto de cambiar sus vidas porque acaban de descubrir esa sacudida brutal que es el amor.
Es difícil escribir de forma conjunta y, con seguridad, los dos autores han tenido que hacer un esfuerzo importante para aunar sentimientos y acortar distancias.
Entre versos de artes mayor, asonancias, comparaciones, adjetivos rutilantes, metáforas, paralelismos, cadencias, sones y ritmos muy marcados, los versos de Sin era y jamás van fluyendo como fluye el agua de un río en la mar, como fluyen las propias vidas.