El sacerdote de Mitla, el gran Tiboot, consultó en el libro de los destinos el nombre que debía llevar la princesa zapoteca, hija de Cocijoeza y Coyolicatzin, y cómo sería su vida. Donají, o “Alma Grande”, como la llamó, había nacido el primer día del calendario, su signo era una flor que nacía en las ondas del agua y estaba llena de virtudes. Sin embargo, ese mismo día, una enorme nube negra cubrió la ciudad de Zaachila. El destino de Donají estaba escrito; al igual que su madre, encontraría el más puro y verdadero amor, pero ante todo, debía servir a su pueblo.
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