Fuente: Voces de las dos orillas
María García Esperón
Hora de partir
Publicación Independiente
DosOrillas, 2017
El poeta Aurelio González Ovies prologa este libro y lo hace formulando una serie de preguntas que, por mucho que nos las reformulemos de mil maneras distintas y en otros idiomas, siempre quedarán abiertas porque no somos capaces, así es nuestra mortalidad, de darles respuesta, pero eso es también un punto de grandeza a favor del ser humano, que siempre debería ser consciente de su finitud.
Nausícaa encuentra a Odiseo, exhausto en las costas de su país y le pide a su padre que lo ayude a culminar su proyecto que no es otro que llegar a Ítaca. Siempre que hemos leído o escuchado hablar a acerca de La Odisea hemos pensado que, de verdad, Odiseo o Ulises deseaba regresar a su casa, que, por muchos que fueran los obstáculos, su determinación era tal que acabaría llegando a su casa y echando a los pretendientes que se estaban comiendo su patrimonio y abranzando a Penélope. Eso nos pensábamos y eso nos reconfortaba porque Odiseo, como todos nosotros, perseguía un objetivo, tenía un sueño y un afán y eso era bueno y eso es lo que debíamos hacer todos.
Siempre también, gracias a la poesía, gracias a los tópicos, la palabra Ítaca evoca en nosotros viaje, peligro, pero también llegada y descanso. Disfruta del viaje, nos advierte el poeta, disfruta de tu trayectoria a Ítaca. Y ese mensaje nos confortaba, nos hacía creer que valían la pena las adversidades y los peligros, si al final llegábamos, pero, ahora, tras leer Hora de partir, ya no estamos tan seguros de nada.
Nausícaa acaba condenando a su propio pueblo por amor a Odiseo y, en primera persona, nos transmite su desesperación de mujer, de persona que sabe que el principio y el fin están más cerca de lo que aparentan porque todo, después de todo, es eterno retorno, pero, para lograrlo, a veces tiene que haber destrucción, dolor, quimera y, después, un momento de calma para empezar de nuevo.
Odiseo sabe cuál es su condena y sabe por qué, sabe cuál es su misión porque así se lo exigen los dioses, aunque él, en el fondo, ya habría renunciado mucho tiempo a ese peregrinar sin meta. Odiseo quiere a Penélope, es posible, la quiere como el recuerdo de lo que fue, la quiere porque así está escrito, pero él ha crecido en esos años de desazón y su peregrinar lo ha cambiado, lo ha hecho más humano y, por lo tanto, más vulnerable. No es casi un dios Odiseo, no, es una persona, cansada, agotada, pero con una voluntad de seguir adelante porque así ha de ser.
Y así parece que quedaría todo, sino fuera porque no hay nada eterno, porque todo es cambiante y porque el divino Tiresias profetizó algo que debe cumplirse para cerrar el círculo -como bien sabe Nausícaa- o para empezar de nuevo. Y Odiseo, una vez que ha recuperado su ansiada Ítaca, ha de seguir adelante, con su remo al hombro porque, en algún lugar, alguien lo espera; porque en algún lugar alguien le dará la mano para empezar de nuevo y crear un nuevo mundo. Por eso es hora de partir y de llegar y de seguir partiendo cada día porque las aguas del mar nos llevan de un lado a otro y los caprichos de la vida o del hado no nos permiten que nada sea cierto. Y, si, es hora de partir y de llegar a la otra orilla.
Hora de partir se estructura en 24 capítulos en torno a distintos momentos de La Odisea, aunque, insistimos, cambian las perspectivas, cambian las voces. Aquí se da protagonismo, en primera persona, a la mujer y se la permte expresar sus dudas y esa sirazón que la ha condenado, desde el principio de los tiempos, a esperar, a ser pasiva. La mujer aquí hace algo más, toma su responsabilidad y la ejerce. Entre primera y tercera persona se desgrana una historia que nos conmueve, que nos permite ver, de cerca, el lado humano de los grandes héroes, incluso de los dioses y que nos hace, por eso mismo, más vulnerables.
Al final del relato se ncluyen una serie de textos antiguos o clásicos que nos permiten reflexionar y entender un poco mejor, nunca del todo, la visión global que tiene de la vida y de la creación del universo María García Esperón que une, en la figura de Odiseo y en la de Nausícaa, la creación de un mundo al que ella misma pertenece.
El mar sigue siendo el mismo, Odiseo aún no ha perdonado a Odiseo, pero nosotros, tarde o temprano, entenderemos que es hora de partir con nuestro remo al hombro porque, en algún lugar, alguien, a quien no conocemos aún, nos aguarda. Es hora de partir y de abrazar la cultura clásica.
Nadie como María García Esperón conoce y respeta a los clásicos grecolatinos y nadie como ella es capaz de unirlos con el Atlántico, con ese otro mundo.