El hilo conductor de Historias de la Atlántida. Mitos de la Grecia antigua inicia por necesidad con el rey Atlas, la etimología de la grandiosa isla parte de su nombre descrita por la autora María García Esperón. Panamericana Editorial publica esta joya de la antigüedad que nos devela la belleza que implica devolvernos en el tiempo.
Por: Mauricio Palomo Riaño, profesor de literatura y escritor
Pasando una a una estas páginas se maravillará tanto como los griegos con los gatos venidos de Egipto y asistirá aterrado a la consumación del deseo de Pasífae. Su fiebre saciada a merced de un amante increíble. Fisgoneará entre muros el romance que se gesta entre Egeo y Medea y coincidirá con la encantadora atmósfera de la traicionada por Jasson, su línea con Hécate y Circe y ese culto a la hechicería genial, ese hermoso lugar de las diosas mágicas y de pócimas, de artilugios y de embrujos, ese lenguaje que tiene al interior una mística que nos sobrepasa. Comprobará esa tremenda apertura que hace que dioses y deidades sean las mismas voces narrativas en las historias, en un libro coral, mítico y divino.
Se enamorará (como yo) de Calipso y jurará para siempre que es diosa y no ninfa.
Una de las primeras mujeres románticas, pues su drama consiste en la imposibilidad para poder amar a Odiseo, aun queriendo hacerlo. Se horrorizará con un minotauro bastante exigente en sus viandas, carnes puras, de doncellas y de hombres jóvenes que aún no han sido estrenados en la sexualidad. Tendrá espacio para brindar por el icor y amará a Circe, por bruja y por diosa, más por lo primero. La vida del mortal es corta. Hay que ser feliz.
Ya exhausto, como Odiseo perdido en los mares, pero, sin embargo, siempre expectante, el lector redondeará con Teseo y esa hermosa manera del cómo los espacios nos traen la memoria, la sangre y el linaje, ese ofrecimiento del rostro al padre y del corazón a su ciudad, el comportamiento ejemplar del hijo. Teseo tiene todos mis afectos con una sola excepción, superlativa y terrible, dejar al amor de la que teje a merced de la muerte en Naxos, ¡imperdonable! Las moiras sabrán cobrar esa deuda en su momento.
Abatido, quizá termine llorando con uno de los acontecimientos más tristes del mundo clásico, la muerte de Egeo, que encierra una tragedia infinita por la equivocación. Aquí está narrada de forma preciosa, pero tal belleza no le resta fuerza a la tristeza. Parece una broma de los dioses el que justo no se haya cumplido un mandato tan sencillo. Libretos divinos que se tornan macabros.
Pues bien, está servido el plato fuerte. Éntrenle al banquete de las palabras, de la literatura, Hermes nos ha sido propicio y el olimpo griego, habitado por diosas exuberantes, bien vale todas las historias de amor que hemos vivido. Las epistemologías del mundo clásico que se nos quedan son varias; el respeto superlativo a los dioses. Consciente o inconscientemente si hay afrenta el final es terrible para el que los ofende. Las relaciones incestuosas son celebradas y prolíficas y algo para cotejar con cualquier otro tiempo, en la antigüedad las muertes son más atroces. Teniendo como hilo conductor La Atlántida, esta novela, híbrido de relatos que asemeja una estructura de narración coral ahonda en una investigación mitológica que propende desde la fuerza de la poesía que circunda la prosa. Todo un manual de muchos de los personajes divinos que tuvieron que ver con La Atlántida. ¡Obra genial!
Por mi parte, me quedo con la certeza brutal de que las almas no mueren y que en el corazón de los niños palpita el latido de los dioses. Tantos milagros maravillosos nos arrebató la trampa de crecer. Con María García Esperón yo volví a ser niño desde la pregunta por esos mundos posibles que se originaron con el mito, y me enamoré de Calipso y de su eternidad, y quise ser el pastor a quien le entregó su corazón y que luego vio envejecer. Yo irrumpí en el mundo antiguo en una pequeña cápsula que me arrastró hasta el origen de los dioses y comprobé que viajar en el tiempo sí es posible.
¡Cuánta hermosura! 161 páginas siendo niño y de nuevo otra vez la bofetada de la realidad. Evoquen y lloren si quieren, ¡ah! Y ya no le teman nunca más a la muerte, María García Esperón nos enseñó que las almas son infinitas.