En una madrugada
teñida de infinito
llegó hasta mi ventana
el ave del olvido.
Cantó canciones dulces
de suaves primaveras,
de fuentes encantadas,
suspiros y quimeras.
Me desperté enseguida,
le hablé de nuestro encuentro,
le dije de tu nombre,
le dije de tus versos.
Y se marchó volando
pues olvidar no puedo
ni lo que tú me has dicho
ni lo que yo te quiero.