Este bello patio con elemento arquitectónicos góticos pertenece a una casa del siglo XV que estaba en la calle de los Templarios y trasladada a lo que ahora es el museo Frederic Marès. El pozo, la escalera, las lápidas de los caballeros colocadas en los muros convierten este sitio en un lugar mágico para escuchar el murmullo del tiempo.
La Casa del Ardiaca en Barcelona es todo un compendio de la historia y el espíritu imaginativo de la ciudad a lo largo de los siglos. Prácticamente empotrada en la muralla romana, es gótica, renacentista y modernista. Un elemento muy atractivo es el buzón modernista que muestra golondrinas, yedra y una tortuga. Por haber sido la casa propiedad del Colegio de Abogados el buzón sería una alegoría satírica de la abogacía, que debiera ser ágil como el vuelo de las golondrinas pero se enreda en la yedra y es lenta como la tortuga.
Otro elemento llamativo es la figura de San Roque con su perro albergada en un nicho alto. El perro es azul pues en una de sus restauraciones el artesano preguntó de qué color debía pintarlo y le respondieron, también en broma"Píntelo de azul". Así quedó muchos años y al volverse al romper se tomó al decisión de teñirlo de marrón. La voz del pueblo clamó por su perro azul y así quedó, azul como el cielo de Barcelona.
Volvemos a la tortuga del buzón, que muestra su caparazón alisado. Esto se debe a la costumbre o rito de tocarla con la mano para atraer la buena suerte... o contrarrestar la mala suerte que podría atraer ver la calavera del puente del Bisbe por segunda vez. Así, ya que se permite, más vale frotar el caparazón de la paciente tortuga del buzón de la Casa del Ardiaca en Barcelona.
Por la Via Laietana en Barcelona llegamos ahora a la Plaza Ramón Berenguer el Grande, pues nos ha dado ternura y curiosidad la figura de su caballo. Se sabe que el conde de Barcelona fue el primer monarca hispánico en ordenarse caballero templario y se sabe también que, en su lecho de muerte, heredó a la Orden un castillo, equipo militar y sobre todo, a Danc, su caballo. Y así lo vemos en la Plaza Ramón Berenguer, a la sombra de la torre de la Capilla de Santa Ágata y la muralla romana cumplir sus sueños de caballo de los templarios en la antigua Barcelona.
El call es en Barcelona el barrio judío. La palabra proviene de calle o callejón estrecho. Existió una vigorosa comunidad judía desde el siglo XI. Encontramos la calle que lleva el nombre de Salomón ben Adret. Fue este una de las personalidades más espectaculares de la Edad Media. Vivió en el siglo XIII y fue un rabino consultado por las comunidades israelitas del mundo conocido. Nació y murió en la ciudad y fue durante 40 años el rabino de Barcelona. Fue guardián de la ortodoxia en el estudio del Talmud. Se opuso a la excesiva influencia de la filosofía de Aristóteles y a las derivaciones ocultistas y mágicas con que se abordaba la Cábala hebrea. Salomón ben Adret fue uno de los pensadores más influyentes de la Edad Media y Barcelona, agradecida, le rinde homenaje.
En el Museo de Historia de Catalunya, en Barcelona, se encuentra una recreación del mito fundacional más conocido. El conde Gifré el Pilós yace herido, al cuidado del rey Luis el Piadoso -hijo de Carlomagno-. El rey hunde la mano en la herida de Gifré y con los dedos tintos en sangre, en un escudo recubierto de oro traza las cuatro barras que son el escudo de Catalunya. Es verdad que los mitos son aquello que nunca exitió pero que ocurre siempre, y en la recreación del museo barcelonés, Gifré y Luis, rodeados por las estrellas componen para siempre el escudo de los catalanes.
Lo llamaron El Milagro y está en la calle del Paradís en Barcelona. Es el Templo de Augusto. Atraídos por una música que parecía brotar de las paredes, entramos al recinto y nos sorprendimos de encontrarlo vacío. Una inusitada comunión de espíritu. Las columnas monumentales del Templo de Augusto nos cuentan su historia. Durante la Edad Media y los siglos que siguieron, estuvieron los restos del templo contenidos por edificios de otro signo. Así se conservaron y las vemos, admirando su misterio. Barcino. Barcelona. El Templo de Augusto en la calle del Paraíso.
Buscamos la calle del infern, que según las referencias antiguas debiera estar entre la calle de Ripoll y la Riera de San Juan y recordamos una leyenda peculiar, de un labrador que se vio envuelto en un terrible problema económico debido a la mala fe de un notario y que, buscando poner remedio a su situación es tentado por el diablo y llevado al infierno, donde encuentra el espíritu atormentado del notario y al implorar la ayuda del cielo, es conducido a la salida y aparece en Barcelona en la calle del Infern. Actualmente la calle ya no existe, pues fue demolida por las obras de la Vía Laietana.
Por lo pronto, llegamos a la Catedral de Barcelona y pensamos que, ya que no pudimos llegar a la calle Infern sí lograremos arribar a la calle Paradís. Seguimos por la calle de los condes, señorial y magnífica, llegamos al a calle de la Piedad, donde se levanta la capilla de Santa Águeda, preciosa y espiritual... y por fin nos adentramos a la calle Paradís, que nos lleva al Templo de Augusto. Una placa señala que nos encontramos en la cima del Monte Táber, a la altura de 16,9 m sobre el nivel del mar. No nos dimos cuenta que, buscando el infierno escalamos la cima de un monte que en el mismo centro de la Barcelona romana, nos llevó al paraíso.
Partimos del Palacio del Ayuntamiento de Barcelona, o Casa de la Ciudad y enfilamos hacia el carrer de la ciutat, admirando la fachada gótico comenzada a construir a fines del siglo XIV, lanzamos una ojeada a la calle de Hércules y encontramos ¡la calle de los Templarios!
Esta nos conduce a la calle de Ataúlfo, que recuerda al caudillo visigótico que está en el origen de la historia de la Barcelona medieval y ahí admiramos la Capilla de los Templarios, actualmente la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. Casi de inmediato avistamos nuestro objetivo, la calle del Timò, donde se encuentra la misteriosa Puerta de los Templarios. Fue el rey Jaume I quien autozió a los caballeros del Templo esta salida a través de las murallas de Barcelona, como una merced especial.
Hemos corrido con suerte, pues nos asombra constatar que en pleno Barrio Gótico esta puerta medieval no esté deteriorada ni cubierta con grafitti... Seguro ha habido una remodelación en los meses recientes, pero nosotros preferimos pensar que ayer por la noche, los caballeros templarios sabedores que hoy buscaríamos su puerta, derramaron un hechizo para erigir en su sobria magnificencia y de nuevo, la Puerta de los Templarios.
La puerta de la Capilla de los Templarios DOMVS DEI PORTA COELI
La antigua Capilla de los Templarios es ahora la Iglesia de la Victoria
La puerta de los Templarios en la calle del Timó
Arco gótico del Palacio del Ayuntamiento de Barcelona
La calle de Regomir en Barcelona se llama sí en recuerdo de un gobernante musulmán que en la lejana Edad Media fue derrotado por Ludovico el Piadoso, el hijo de Carlomagno que conquistó Barcelona derrotando el poder islámico. Habría sido el Rey Gomir el jefe islámico vencido, que al parecer tenía en esta calle su morada y que se convirtiera también en su encierro. La calle Regomir conduce a una pequeña capilla dedicada a San Cristóbal, el santo patrono de los caminantes y por extensión moderna, de los automovilistas. Al santo encomendarse al iniciar un viaje difícil para obtener un salvo retorno. Se cuenta que a principios del siglo XX, los primeros automóviles de Barcelona fueron llevados a bendecir a la pequeña capilla de un santo cristiano situada en una calle que recuerda a un rey musulmán.
Vamos en busca del origen del nombre de la calle y de la plaza de la Boquería, saliendo de la Catedral de Barcelona a través de las páginas de la Historia. En la calle de Santa Eulalia evocamos la figura de Ramón Berenguer iv, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, que en el 1147 acometió con éxito la conquista de Almería contra Al Andalus y que para celebrar hecho tan glorioso se llevó a Barcelona como trofeo las puertas de la ciudad, que hizo colocar en la calle de Santa Eulalia... Las puertas eran magníficas, portento de la factura musulmana, de madera forradas con piel de buey y tachonadas con clavos de bronce recubiertos de oro... Todo aquel que las veía quedaba con la boca abierta. ¿Qué miras, boc ó badoc? ¡Las puertas de Almería! Badar o bocar son los términos catalanes que darñiabn su nombre a la puerta y calle de la Bocaría... Nos despedimos con este dragón orientalizante que desde la calle de la Boquería mira con la boca abierta la cantidad de gente que transita a diario por aquella que fue algún día, en Barcelona, la puerta de Almería.
Había una vez, en Barcelona, unos jardines llamados las Huertas de San Bertrán. En el sitio se hacían torneos en la Edad Media. En 1472 un caballero llamado Jaime de Híjar retó a cualquier paladín que no aceptara que su amada era la mujer más hermosa del mundo. SAe presentó el caballero Rafael de San Jorge afirmando lo mismo de su propia enamorada. Los caballeros contendieron en las Huertas de San Bertran, se golpearon y abollaron las armaduras y al final ninguno quedó vencedor. El anfitri{on, que era un duque les dio una gran fiesta y repartió regalos entre ellos. Nada de eso queda ya, si acaso y mejorando los tiempos, en el sitio se encuentra la estación de Bomberos, que son ciertamente caballeros de más valer, pues en lugar de golpearse entre ellos, apagan los fuegos. Jardín de los Huertos de San Bertrán se llama actualmente el pequeño parque infantil, más arenal que jardín en el que alguna vez, en una ciudad llamada Barcelona, contendían los caballeros por amor de sus damas.
Por la calle de Tamarit, hermosa y de nombre hermoso, vamos en busca desde las Ramblas de la Carretera de la Bordeta, en cuyo número 52 estuvo la fábrica de botones de nácar de Juan Estruch y Piera, abuelo de doña Carmen Estruch Hil. Llegamos a Avenida del Parallel y de ahí a la Plaza de España, majestuosa. Casi inmediatamente encontramos la ansiada Carretera y avanzamos hasta el número 52. El hallazgo no nos decepciona pues es un edificio que bien pudo ser el que, a fines del siglo XIX, albergara la fábrica de botones de nácar de la familia Estruch. Hermosa Barcelona, llena de memorias, que desde México hemos venido a buscar. MGE
Las Torres Venecianas, de Ramon Reventós, construidas para la Exposición de 1929
Fuente Monumental Plaza de España
Carretera de la Bordeta
Carretera de la Bordeta 52
Las Torres Venecianas y el Museo de Arte de Cataluña al fondo
Buscando un antiguo Colegio para Señoritas, situado en la calle de Santa Agueda número 30, vamos en el espacio por Carrer Gran de Gracia y en el tiempo hacia principios del siglo XX. La calle de Santa Águeda ha cambiado de nombre a Ágata Badia Puig-rodon, por una interesante razón. En el siglo XIX no se podía dar a las calles nombres femeninos y está que hacía referencia. una persona miembro de la familia Trilla, propietaria de los lotes de urbanización, tomó el nombre de la santa. En 2024, en la estrategia de feminización del nomenclátor de Barcelona, se restituyó el nombre original.
En el número 30 ya no existe el edificio que debió haber albergado el Colegiio de Señoritas, sino una unidad habitacional... pero lo importante para nosotros era visitar los ámbitos en los que vivió doña Carmen Estruch Hil, que de seguro nos mira y acompaña desde el cielo de su Barcelona.
El Museo de Arte Moderno de Catalunya, en Barcelona, custodia joyas que son obras maestras. Los nombres de los artistas catalanes, Llimona, Fortuny ...resuenan y merecen honor. Pero más allá de los nombres, está el sueño que los englobó a todos ellos, el sueño del arte, que nos permite reflexionar, volar, ser plenos y misteriosos como esas obras que nos hechizan. Y algo curioso, una de las obras del siglo XIX representa el sitio donde ahora yo vivo en Barcelona, la Rambla y la Plaza de la Boquería, con la vista de la torre de la iglesia de Santa María del Pino. Así, el sueño del arte, de la arquitectura, une el pasado con el presente y nos acompañará hasta el futuro.
Viaje en el tiempo el que podemos emprender en el Museo de Arqueología de Catalunya. Desde la prehistoria y conociendo a profundidad a pueblos importantísimos como los fenicios, griegos y romanos. Es en la muestra dedicada a Roma donde la museografía es espectacular y proporciona una inmersión en el modo de vivir de los antiguos romanos. Hay una recreación del estilo pompeyano y una muestra dedicada al vidrio y sus técnicas. Nos despedimos nostálgicos de nuestro viaje en el tiempo y deseosos, claro, de volver.
Un encuentro lleno de amistad, gusto,, referencias históricas y comparaciones literarias fue el de hoy con el Círculo de Lectura de Alá entre Letras, a propósito del libro Leyendas de Córdoba. Vivimos muy agradables momentos y nos quedamos con ganas de seguir celebrando la vibrante cultura que compartimos. Muchas gracias a Alá Martínez por su entusiasmo y saber hacer.
En la calle de Portaferrissa en Barcelona, una placa da razón de la Cartuja de Escaladei, que se estableció en la Morera de Montsant, en Tarragona. La leyenda narra que el rey Alfonso de Aragón encomendó a dos caballeros el fundar una cartuja en tierras atalanas. En la sierra de Montsant encontraron un pastor que les dijo que en ese lugar se había materializado el sueño de Jacob y que había visto una escalera al cielo por la que bajaban y subían los ángeles. El nombre de Escaladei (Escala Dei, escalera de Dios) se le dio a esta fundación de principios del siglo XII de la que la placa en Portaferrissa da noticia.