En un sueño de palabras...

El Poema que cayó a la mar cantará en catalán

31 ago 2010

La Editorial asturiana Pintar-Pintar comenzará a publicar libros en catalán antes que finalice el año 2010. Los primeros títulos que han sido traducidos por Sabela Quintanilla Nisal son "El poema que cayó a la mar", de Aurelio González Ovies y "¿De qué tará fecha la lluna?", de Miguel Rojo.

Los mejores deseos para Pintar-Pintar en esta nueva aventura que extiende mundos para el lenguaje universal de la poesía. No tardarán en sucederse traducciones en las otras lenguas de la península, renovadas a través de la frescura de las palabras e imágenes que es el sello de la joven casa editora dirigida por Ángela y Ester Sánchez.

Imagen: Pintar-Pintar

Moctezuma y Copo de Algodón, por Anabel Sáiz Ripoll, en Suite 101

29 ago 2010

En breves líneas, Anabel Sáiz Ripoll propone todo un cambio de paradigma en nuestras maneras de entender, a uno y otro lado del Atlántico, la conquista española de México:

EERST veel later weet je




Eerst veel later weet je
dat de dood in alles
leeft.

Eerst veel later geef je toe
dat alles nauwelijks
iets is... Of liever...

Het zal altijd zeer vroeg zijn.
Het vertrouwen verliezen is zo droevig...
Gelijk blind worden en geen licht
verwachten
hoezeer en hoe meer
en hoe vaker de morgen ook daagt.


CUANTO más tarde sepas
que el fuego acaba en
humo.

Cuanto más tarde veas
que el humo es verdad
muerta.

Cuanto más tarde sientas
que la muerte está en
todo.

Cuanto más tarde admitas
que todo es nada
apenas... Mejor...

Siempre será muy pronto.
Perder la fe es tan triste...
Como quedarse ciego y no esperar
la luz
por mucho y más
y mucho que amanezca.

(C) Aurelio González Ovies
Traducción al holandés: Fa Claes
Voces: Alan Grishman
María García Esperón
Música: Yiruma
MMX

"La tarde casi noche" de Antonio Machado, por Francisco Álvarez Velasco

28 ago 2010
Balada de los amantes al caer la tarde,
 el poema inicial de Noche, en la caligrafía de su autor.
Ilustración de Cecilio Testón


"La tarde casi noche" de Antonio Machado*

Los últimos vencejos revolotean
en torno al campanario;
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario.
¡La tarde, casi noche, polvorienta,
la algazara infantil, y el vocerío.
a la par de sus doce en sus cincuenta!

Así se inicia el penúltimo poema recogido por A. Machado en sus Poesías completas. Con el sintagma “La tarde, casi noche”, sin recurso retórico alguno, el poeta señala un fragmento del fluir temporal diario, indudablemente uno de los motivos poéticos más machadianos.
Junto a “ocaso” y “crepúsculo” (palabra que tanto vale para marcar la frontera entre la tarde y la noche, como la que separa la noche de la mañana), el diccionario registra algunas voces de significado próximo: “oscurecer”, “atardecer”, “atardecida”, “anochecer”, “anochecida”... Son palabras que tal vez estén a punto de perderse por culpa del feo neologismo “tardenoche” que desde hace años viene acuñado por el lenguaje periodístico.
El sufijo –ecer expresa proceso, transformación o cambio de estado: el panta rhei (“todo pasa”) heraclitano, tan de Machado y de sus complementarios, tiene su comprobación subjetiva en ese tiempo. Frente a las lentas horas de la siesta, por ejemplo, cuando el tiempo no parece moverse, el atardecer fluye con celeridad. La contemplación machadiana de ese tiempo fugitivo, cuando el camino “débilmente blanquea, se enturbia y desaparece”, es recurrente y su poetización suele coincidir con el clímax de muchos poemas. Y con varias focalizaciones: Una es el horizonte del oeste, cerrado por colinas, alcores, montañas, sierras...; otras son las realidades más cercanas al sujeto poético: el camino por donde avanza el viajero, los cristales del balcón cerrado, el espejo y, siempre, el estado anímico o la subjetividad emotiva del poeta.
Pero sigamos al hilo de los poemas. En el primero de Soledades –“El viajero”— la cuarteta inicial dice:

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo.

“La tarde se pinta”: Antonio Machado, aunque “prefiere lo vivo a lo pintado”, se sirve a veces de imágenes plásticas, y sus versos adquieren los modos de un cuadro de paisaje. Aquí el tono de melancolía que envuelve el poema se subraya con la nota del reflejo de las luces del ocaso en el espejo de la “sala familiar, sombría”. El poema recuerda uno posterior —“Fantasía iconográfica”— donde algunos críticos quieren ver la descripción poética del retrato del Cardenal Tavera del Greco, al que el poeta sevillano ha puesto un paisaje soriano muy de sus querencias:

Al fondo de la cuadra, en el espejo,
una tarde dorada está dormida.

Siguiendo con Soledades, Galerías y otros poemas, ¿cómo no atender a las cuartetas más conocidas, tal vez, de la poesía española de todos los tiempos? Me refiero al poema que empieza “Yo voy soñando caminos”. La tarde casi noche es ante todo una ligera pincelada, nuevamente con el adjetivo “dorado”, pero ahora aplicado no a la tarde, sino a las colinas que recogen los últimos rayos del sol:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...

Y después una metáfora léxica: “la tarde cayendo está” y el proceso del ocaso en su incidencia en la percepción del camino:

y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece

Muy distinto es el ocaso del poema XIII:

Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante
tras los álamos verdes y las márgenes del río.

Angélica o no esa trompeta, Antonio Machado introduce aquí la imagen de la “gloria”, término que en la arquitectura de la catedral gótica coincide con el lugar del rosetón de la fachada oeste, donde se abren, precisamente, los pórticos de la gloria, y que en la terminología de la pintura significa «Rompimiento de cielo, en que se representan ángeles, resplandores, etc.» El crepúsculo envuelve a la ciudad en un mágico “fanal de oro transparente” y los arreboles coronan las colinas manchadas con lo grisáceo de los olivos y lo negruzco de las encinas. Ante una belleza tal, el poeta expresa su finitud mediante dos versos con ciertas resonancias de Pascal «de este rincón vanidoso, / oscuro rincón que piensa»–.
En el poema XV, el sol que muere se focaliza por vez primera en los balcones y sus reflejos preparan el ambiente para la aparición en un típico mirador andaluz de una figura femenina soñada o recordada o real (“el óvalo rosado de un rostro conocido”). El poeta —¿rondador, amante platónico secreto?— se aleja apesadumbrado (“Pesa y duele el corazón”). Y también por vez primera la presencia de Venus, el lucero vespertino, con el que termina el poema: “En el azul, la estrella”. En otros lugares es “lucero diamantino”, “lágrima en el azul celeste”, “estrella clara”.
En el poema “Horizonte” (XVII), la “gloria” termina en sangre:

La gloria del ocaso era un purpúreo espejo,
era un cristal de llamas, que al infinito viejo
iba arrojando el grave soñar en la llanura...
Y yo sentí la espuela sonora de mi paso
repercutir lejana en el sangriento ocaso,
y más allá, la alegre canción de un alba pura.

Las campanas, con el toque del ángelus vespertino, o tal vez, mejor, con el toque de ánimas o el que convoca al rosario (ya irán a su rosario las enlutadas viejas - XCVIII) acompañan el apagarse de los arreboles (XXV):

¡Tenue rumor de túnicas que pasan
sobre la infértil tierra!...
¡Y lágrimas sonoras
de las campanas viejas!
Las ascuas mortecinas
del horizonte humean...
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas.
—Abre el balcón. La hora
de una ilusión se acerca...
La tarde se ha dormido
y las campanas sueñan.

Sueñan las campanas o la tarde o el yo poético: a las personificaciones del atardecer acompañan en notas impresionistas diversos elementos contextuales, como los cangilones de la noria o las campanas.
Así en el romancillo donde se cuenta la historia de la hermanita, pequeña y rosada, que cosía y que un día miró a la ventana del poeta. La mayor anuncia su muerte con estos cuatro versos:

Señaló a la tarde
de abril que soñaba,
mientras que se oía
tañer de campanas.

O la estatua de Cupido en la fuente, como en este sobrio e impresionante poema:

Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta. (XXXII)

Metáfora persistente es la de la hoguera mortecina:

La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes
quedan algunas brasas.

En ocasiones la idealización se logra mediante imágenes religiosas:

(XXVII) La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria...
Y en otro poema (LI)
Lejos de tu jardín quema la tarde
inciensos de oro en purpurinas llamas,
tras el bosque de cobre y de ceniza.

Con frecuencia el texto parece preparar un escenario para que funcione con fuerza un final desnudo de recursos literarios, pero pleno de sentimiento, como en el siguiente:

El sol que aturde y ciega,
tórrido sueño en la hora de arrebol;
el río luminoso el aire surca;
esplende la montaña;
la tarde es polvo y sol.
El sibilante caracol del viento
ronco dormita en el remoto alcor;
emerge el sueño ingrave en la palmera,
luego se enciende en el naranjo en flor.
La estúpida cigüeña
su garabato escribe en el sopor
del molino parado; el toro abate
sobre la hierba la testuz feroz.
La verde, quieta espuma del ramaje
efunde sobre el blanco paredón,
lejano, inerte, del jardín sombrío,
dormido bajo el cielo fanfarrón. 
......................................................
Lejos, enfrente de la tarde roja,
refulge el ventanal del torreón. (XLV)

La presencia de la muerte confundida con la mujer misteriosa que funde sus pasos con el eco de los pisadas del poeta acompaña el declinar del día. El poema se titula «Los sueños malos» (LIV).

Está la plaza sombría;
muere el día.
Suenan lejos las campanas.
De balcones y ventanas
se iluminan las vidrieras,
con reflejos mortecinos,
como huesos blanquecinos
y borrosas calaveras.
En toda la tarde brilla
una luz de pesadilla.
Está el sol en el ocaso.
Suena el eco de mi paso.
—¿Eres tú? Ya te esperaba...
—No eras tú a quien yo buscaba.

¿Y la deliciosa soleá en que tanto se dice con tan pocas palabras?:

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera! (LXVI)

El poema LXXIII está integrado por los más frecuentes motivos vespertinos de Machado: campanas, el atardecer visto pictóricamente, Venus y la ensoñación lírica —elementos todos ellos de suma levedad— frente a la pesadumbre arquitectónica de la iglesia.

Ante el pálido lienzo de la tarde,
la iglesia, con sus torres afiladas
y el ancho campanario, en cuyos huecos
voltean suavemente las campanas,
alta y sombría, surge.
La estrella es una lágrima
en el azul celeste.
Bajo la estrella clara,
flota, vellón disperso,
una nube quimérica de plata.

En 1937, en un texto sobre la filosofía de Heidegger, Antonio Machado nos da alguna clave del simbolismo de muchos de sus versos sobre la “tarde, casi noche”: «La angustia, a la que tanto han aludido nuestro Unamuno y, antes, Kierkegaard, aparece en estos versos —y acaso en otros muchos— como un hecho psíquico de raíz, que no se quiere, ni se puede, definir, mas sí afirmar como una nota humana persistente, como inquietud existencial (Sorge), antes que verdadera angustia (Angst) heideggeriana, pero que va transformándose en ella». Lo escribe a propósito del siguiente poema (LXXVII):

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usüal hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

Machado, tan parco siempre en el uso de los adjetivos, carga la mano aquí con tres preñados de negatividad: cenicienta, mustia, destartalada. En el poema LXXIX se espesan aún más las tintas existenciales:

Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!... En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

Dice el refrán que el sol sale para todos. También se pone para todos. Para el buen burgués (que), en su balcón enciende / la estoica pipa en que el tabaco humea (XCI) y para los niños del hospicio provinciano (C) como en estos conmovedores alejandrinos:

Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos.
a contemplar los montes azules de la sierra.

Y, finalmente, llegamos a Baeza. Por aquí, haciendo camino al andar, desde el tren o desde el carricoche tirado por dos pencos matalones, asistimos al redescubrimiento —o, con palabras del poeta, a los despojos del recuerdo— de Andalucía. ¿Qué aporta ahora el paisaje a la poesía de Machado? En el campo léxico, flora y fauna. Flora natural o cultivada: vides, ciruelos, palmeras, naranjales, el limonero polvoriento, nardos, espartales, albahaca, hierbabuena, alcaceles, cardizales, trigales, olivares, el ramojo de la poda... Unas pocas palabras para la fauna: borriquillos, yuntas tirando del arado, mariposas, un perro, una lechuza... El léxico del paisanaje tampoco es abundante: olivareros, braceros —los que generan, siembran y labran—: son las “buenas frentes sombrías / bajo los anchos sombreros”, en contraste con los de “amargo rezo”, con los de “la mano ociosa”... Y la insistencia en la configuración del paisaje con tres notas repetidas: los cortijos dispersos, los olivares en las lomas y una red de caminitos blancos...
Y, sobre todo, la tensión lírica se manifiesta en la contemplación del poniente. El campo andaluz, especialmente percibido a la hora del ocaso, le embrujó sin duda, tal vez porque, con versos de Antonio Carvajal, «No sabe qué es la luz / quien no ha visto estos montes de poniente.» En «Caminos» (CXVIII), uno de los poemas de Baeza, nuestro poeta sale de la ciudad tras las murallas viejas. Contempla la tarde silenciosa, se demora en la visión de los alegres campos baezanos: huertas, olivares, viñas, el Guadalquivir, los olmos de la carretera, la sierra, el viento, los caminos blancos en busca de los caseríos... En el centro del poema, la “tarde, casi noche”:, que ahora, en lugar del lucero diamantino del ocaso viene acompañada por una luna en plenilunio, jadeante y amoratada. El poema termina con el recuerdo punzante de Leonor: «¡Ay, ya no puedo caminar con ella!»
En una de las Viejas Canciones, nuevamente la luna, o con sus palabras “un albor de luna en el cielo azul”, es frontera de la noche:

Ya había un albor de luna
en el cielo azul.
¡La luna en los espartales,
cerca de Alicún!
Redonda sobre el alcor,
y rota en las turbias aguas
del Guadïana menor.
Entre Úbeda y Baeza
—loma de las dos hermanas;
Baeza, pobre y señora;
Úbeda, reina y gitana—,
Y en el encinar
¡luna redonda y beata,
siempre conmigo a la par!


Inquietud existencial —decíamos con palabras de Machado— antes que verdadera angustia, pero que va transformándose en ella. Con esta interpretación del simbolismo de “la tarde casi noche” quiero cerrar mis palabras. La angustia plena —la que nutre la conciencia de que el hombre es un ser para la muerte— la reserva para su complementario Abel Martín, si no nos equivocamos en la interpretación de su último poema, donde el ocaso le ofrece «un nihil de fuego escrito / tras de la selva huraña / en áspero granito».
Y sin embargo, el último verso, el que se encontró, después de su muerte, en un bolso de su gabán es muy de otro signo: «Estos días azules y este sol de la infancia.» Una rotunda afirmación de la vida, de que el hombre es también un ser para admirar la belleza de los días que suelen terminar en espléndidos atardeceres, como aquel que le sedujo aquí en Baeza: «esta tibia tarde de noviembre / tarde piadosa, cárdena y violeta.»
Baeza, 15 de diciembre de 2005


Francisco Álvarez Velasco


* Palabras pronunciadas por el autor al recibir el IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza"

Andrea, de Aurelio González Ovies



Desde hace años el mirlo canta de otra manera,

canta como buscándote sobre la luz de agosto,

canta como silbando tu nombre entre los árboles,

canta como extendiéndote por la naturaleza.

Desde hace años las rosas son más jóvenes,

más morenos los prunos, más niñas las hortensias.

Y parece que el blanco dulzor del cinamomo

te dedica su polen. Lo saben las abejas.

Parece que el verano deja de iluminarnos

tan pronto como cierra la azul adolescencia.

¿Por qué existe el dolor? ¿Qué sentido tendrá

soltar en el camino la mano que nos lleva?

¿Qué razón misteriosa será la que nos parte

en tan sólo un instante toda la vida entera?

¿Qué puerta inexplicable se abre para nosotros

cuando todas las puertas posibles se nos cierran?

Desde hace años, a veces, nunca sucede nada.

Ladra un perro a lo lejos, maduran las ciruelas,

vuelve a caer la nieve… ¿Valdría más ser humo?

¿Sentirá el fuego el peso y la herida de su ausencia?

¿A dónde irán los seres que dejan su hermosura

a punto de brotar? ¿A qué espacio, a qué tierra?

¿En qué explicación caben su voz y su futuro?

¿Cómo reconocerlos cuando se hacen estrella?

Desde hace años hay horas que trepan mundo arriba

con la misma esperanza que las enredaderas:

aferrarse aunque sea al vacío del aire,

con tal de abrazar aire y creer que nos besa.

¿Dónde guardar los sueños que dejaron intactos?

¿Dónde plegar su ropa para algún día olerla?

¿En qué rincón oculto de nuestros corazones

podremos tocar siempre su lejanía más cerca?

Desde hace años el tiempo se queda adormecido

con la luz encendida y la cena en la mesa.

Qué extraña realidad, Dios, nos posas en los ojos

que al volver a mirarla jamás es lo que era.

(A Andrea, in memóriam)

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
Imágenes: Akiar, Google
MMX

En el hueco de mis manos, de Asunción Carracedo

27 ago 2010


Mi muy querida amiga poeta Asunción Carracedo, desde sus vacaciones en Murcia, tuvo la enorme amabilidad de recordar mi cumpleaños y escribir y convertir en un video que vuela con las alas de la amistad estas palabras, que atesoro:





HOY LA LUNA HA DEJADO
UN MANOJO DE SONIDOS
ESCARCHADOS DE SILENCIOS

AMASADOS CON CARIÑO
DE ELLOS HAN BROTADO
ESTOS SENCILLOS VERSOS
DE TU FELICITACION DE CUMPLEAÑOS


“Vestida de hada
en el bosque encantado
del abecedario
la joven María
heroína, diosa
y
futura reina
celebra una gran fiesta.

De todos los rincones
del reino animado
acuden a cientos
los invitados:
niños grandes
y
chicos,
niños altos
 y
bajos,
rubios, morenos
y
 re-mezclados,
familiares y amigos…
y
algunos seres extraños.

El viento y las nubes
le traen sus canciones.


Las ninfas y duendes,
alfombras de helechos
y
flores.

Gnomos y Elfos
para no ser menos
sábanas de recuerdos
y
blancas ilusiones.

La mañana le deja prestadas
sus lágrimas de rocío,
pero solo un rato…
hasta mediodía.

Uno, otro,
y otro,
y otro más…

María va abriendo sus regalos
entre sonrisas y aplausos.

El último regalo!!!
¿qué será lo que en él hay guardado?

Un pequeño hatillo
de sueños y abrazos
prendidos de un deseo:
que su alma de niña
jamás se le escape volando.



***LO HAS ADIVINADO
ESE ERA MI REGALO***


ASUNCION


Con Jorge Luján en la Venta Nocturna del FCE



Fue gratísimo conocer personalmente al destacado poeta Jorge Luján ayer en la venta nocturna del FCE, conversar con él y con la escritora Maru Mendoza Arrubarrena a cuya gentileza debo esta foto.

En su muy poética página web -jorgelujan.com- puede leerse una Pequeña Historia Incompleta del poeta que es una joya y que empieza así:

Estoy sentado en el piso, junto a un ventanal con vidrios de colores, en la antigua casa de provincia donde vivimos. ¿Cómo pudo haber llegado hasta la Argentina esta guitarrita de carey que más parece pertenecer a Las mil y una noches que a la vida real?...


Para contestar esta pregunta y seguir la historia, continuar leyendo... aquí.

Cada día un poema ¡y a contarlo!

26 ago 2010
Hoy en la escuela Dos Naciones Unidas, de San Miguel de Allende, en México, los chicos de 2o. de secundaria leyeron poemas del libro Mi Madre, del poeta asturiano Aurelio González Ovies, ilustrado por Job Sánchez y editado por Pintar-Pintar.

E hicieron el compromiso de transmitir su experiencia de lectura a los niños de 4o. grado de primaria de la escuela. Es un trato y aquí veremos el resultado de esta aventura poética, coordinada por Lourdes García Esperón.

Alejandra escribe en el pizarrón los versos de Mi madre.
Regina y Alejandra envían un saludo al poeta,
a la editorial Pintar-Pintar y a Asturias desde México

Y el poeta agradece desde España con estas palabras:



Aurelio González Ovies


Esto es un regalo para mí, auténtico y único. 
Regina-ae fue una de mis primeras palabras en latín. 
Alejandría, una de mis ciudades ensoñadas. 
Mis gracias por la difusión de Mi madre tan lejanamente cerca.






Buenos Aires en México


A una cuadra de la Librería Rosario Castellanos, del FCE,
un rincón de Buenos Aires en México, para enviar
un saludo cariñoso hasta Argentina para Alejandra, Cristina,
Marcelo y Susana.




En la tradicional venta nocturna del FCE

Yessica Cortés, promotora de lectura del FCE, me invitó a firmar libros
a la Librería Rosario Castellanos, donde estuvimos muy contentos.

Compartiendo la alegría de los ilustradores con Silvana Ávila y el talentoso Joel Rendón,
creador de las imágenes del libro "El nombre del juego es Posada". Él conserva intacta
la tradición del grabado de José Guadalupe Posada, y ese libro en particular es una joya.
Eliana Pasarán es subgerente de obras para niños del FCE.
Ella editó Los espejos de Anaclara, de Mercedes Calvo
y al lado de Miriam Martínez, Tigres de la otra noche.

Saliendo de las fauces del hipopótamo con mi muy querida Maru Mendoza Arrubarrena.

Una animada charla entre ilustradores, autores y animadores .
Con Yessica Cortés  y Eliana Pasarán.



Jorge Luján en la venta nocturna del FCE

Jorge Luján -se lee en su página web jorgelujan.com- "nació en Córdoba, Argentina, y vive en la Ciudad de México con su esposa Rebeca y sus hijos Uriel y Nicole. Allí escribe, canta y coordina talleres de creación literaria. Sus publicaciones incluyen poesía y narrativa y han sido ilustradas por talentosos artistas con quienes trabaja estrechamente formando un equipo editorial. Actualmente Jorge imparte clases en la Maestría de Creación Literaria en Casa Lamm y en el Colegio Williams, y se presenta en diversos foros con sus espectáculos para niños y el grupo musical Baúl de Luna. Ha ofrecido cursos y recitales en instituciones de otros países como las universidades de Columbia y George Washington".



Durante la venta nocturna del FCE, en la Librería Rosario Castellanos, tuve oportunidad de conversar con él y manifestarle mi admiración y reconocimiento por su obra.



Incontables veces Jorge fue requerido por los niños, que siguen y coleccionan sus libros, pues reconocen a un poeta que les habla con el corazón. A todos los pequeños atiende y dedica sus libros con el afecto y la generosidad de los creadores que, como él, reconocen la grandeza y la importancia de la infancia.



Y como una sorpresa para la poeta y educadora asturiana Rosa Serdio, quien hace unos meses descubrió con gran deleite uno de los más bellos libros de Jorge Luján, ¡Oh los colores! y así lo publicó en su blog Clase de 5o. y 6o.,  en este video el poeta le envía un saludo, de corazón a corazón:

Marcelo Suárez De Luna: La perfección de lo imperfecto, por Anabel Sáiz Ripoll, en Suite 101




En Suite101.net, contenidos de calidad, Anabel Sáiz Ripoll acaba de publicar un artículo en torno a la notable propuesta literaria del escritor y blogger argentino Marcelo Suárez De Luna, que se puede disfrutar aquí:

Marcelo Suárez De Luna: la perfección de lo imperfecto

Al mirar p'atrás, de Aurelio González Ovies


Miro p'atrás. Palpo'l vértigu, ciégame la polvorea que llevanta'l trotiar cansín y rápidu de los años, atraviésaseme na garganta un ñudu amargu. Echo números. Nun me salen les cuentes. Echo cuentes, sóbrenme números. Nun santiamén pienso: nun voi esperar nada colos brazos abiertos, nin una fecha, nin un nome, nin enxamás tampoco más promeses, porque cuando s'espera munchu tiempu, cuando s'alcanza dalgún suañu -sabréislo bien vós- la ilusión ye tan floxa, que los brazos, ensin querelo, zárrensete. Pero hai que siguir, p'alantre, pa ellí onde nun ye seguro nada. Mirar p'atrás nun val namás que

pa revolver no muerto...



Toi na metá'l camín, con muncha suerte y llanzando mui pelo alto los caprichosos daos de la fortuna, nel centru'l recorríu. Miro p'atrás, lo que ye remordeme, nun me remuerde nada; de lo qu'arrepentime, de nada o de bien poco m'arrepiento. Dexaría unes coses pa más tarde. Allargaría meses, borraría selmanes, rompería unos díes, voltiaría unes feches, sacaría-y más partíu a lo que sé qu'acaba... Dalgún alcuentru pondríalu n'otru tiempu, nel mesmu sitiu. Con dalgunos porqués discutiría abondo. D'abondes situaciones arrancaría'l fondu. De munches circunstancies afogaría l'aire... Y a más d'una hestoria cambiaría-y el final, non el principiu:





A la solombra'l xabugu,
a los cuarenta y dos años,
suaño con poder suañar,
con poder siguir suañando.
Paezme too tan curtiu,
siéntome en too tan estrañu,
persiéntolo too tan lloñe,
suéname too tan cercano...

Non sé dicir qué me falta,
y sé que me falta dalgo.
Nótolo si miro al frente,
si me paro nos xeranios,
si sumo cuántes caleyes
ya nun permiten el pasu.
Nótolo nel corazón
cuando subo los peldaños
que m'aboquen al to nome;
y al encendelu y nomalu,
al dir abri-y les sos lletres
y al dir estender los brazos
tópome cola solombra
de los cuarenta y dos años.

Paezme too tan nada,
tan nada pa doler tanto.



Tuvi tardes brillantes naquel Cantu que daba pa Llumeres, con Marta, dende onde mirábamos los barcos pasar sobre la raya l'horizonte y víamos la mar llarga y llibre y platiada, y xugábamos a adivinar les figures y les formes de les ñubes y sacábamos vinu de flores de xabugu y subíamos a les figales pa paecer más altos y enterrábamos tesoros y promeses con cristales partíos y encaxaos nuna chapa y escribíamos el ñome na corteza los árboles y dicíamos adiós al helicópteru y merendábamos pan con llonganiza y poníamos bigotes y peluques coles barbes les panoyes y machacábamos lladriyos pa inventar pimentón y cavábamos poces porque queríamos que pasáranos un ríu detrás de casa y echábamos agua y agua y agua...:
¿Alcuérdeste? Les andarines taben a puntu

marchar yá. Y entovía nun viniera nin siquiera

una gracha. Setiembre llegó fríu, cayó

una granizada. Fue l'añu que la vida

nos llevó tantes coses. Fue l'últimu

veranu que contiamos estrelles y baxamos

en bici a bucear a la rampla. Fue l'añu

en que la vida empezó a ser verdá.




Llabios que contábenme cuentos, hestories y llendes enantes adormeceme, pa qu'aprendiera a llevantame con ganes y soñar a deshora, y besábenme siempre al apagar la lluz y respondíen siempre cuando llamábalos y alcontraben una palabra dulce y cariñosa siempre y aconseyábenme siempre y esperábenme siempre y siempre-yos pregunto entovía y escúchenme siempre como si me lleeren el pensamientu y contéstenme siempre, como siempre:
Mande-y que me contiara

un día de la so infancia:

cirigüeña, anisinos, manzanilla,

llantana. Corrigüela, xilgueros,

grillos, muérdagu, tréboles,

xabugu, maraviyes, espliegu,

milenrama. Llibélules, llimiaos,

ortigues, acederes, regatos,

topos, ñeros. Y una gatina

roxa que morrió tras parir

a la sombra d'agosto,

nel prau la pumarada.


Tuvi mañanes perguapes fozando ente la ñeve con guantes y bufanda y comíamos cachos de granizu y quedábennos los deos arrugaos y ensin tientu y baxábamos rodando pelos costones, en maderes y en plásticos, y patinábamos nel xelu y esbariábamos y cayíamos y ríamonos qué sé yo cuánto y facíamos moñecos que nun duraben muncho y marcábamos-yos los güeyos con botones y llanzábamos boles, escondíos, a la xente y armábamos garduñes con un rucu de pan o con meruques y tirábamos col gomeru a los gorriones y sacudíamos les cañes parraes de les salgueres y furábamos el silenciu de la blancura cola punta'l paragües y quedábamos estaxaos cola xeometría tan vertical de los carámbanos:
Esti fríu ye mui distintu. Nun

hai fueu que lu apague. Esti fríu

nun ye de ñeve, nun ye d'iviernu.

Nun hai calor que lu mengüe

nin llama que nos lu mate.
Manes que cariciábenme suave y fondo, y posábenme siempre'l calor que precisa'l corazón p'arrancar toles díes y garrábenme siempre cuando m'entraba'l mieu o la inseguridá y apretábenme como un llazu de fuercia siempre y siempre s'estiraben y s'abríen les primeres si pidía-yos daqué y protexíenme siempre y siempre búscoles cuando pierdo'l norte o l'equilibriu y guíenme entovía siempre y siempre m'apoyen y m'abracen siempre, como siempre.


Tuvi nueches mui encendíes. Güeyos que mirábenme. Mañanes clares. Mañanes muy cubiertes. Nueches mui escures nes que me paralizaben el viento, los truenos y los miedos. Nueches nes que me llevantaba pa ver si respiraben los que taben durmiendo. Mirar p'alantre ye más llevadero, mirar p'atrás amárranos, paralízanos, nun val más que pa matar más lo muerto:
El pasáu nun sería bon presente. Yá

lo sabes. Mirar p'atrás nun nos val

más que pa llenar los güeyos

de siluetes, d'imaxes, de nomes

que yá cerraron, de puertes que yá

nun abren;

d'ecos, distancia, abandonu,

sombres que nin bullen yá

porque

son sombra de naide.

Mirar p'atrás nun nos val

que pa ver mui de cerca

la blandura la carne.

Camino de Verdicio. Foto: Aurelio González Ovies


(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 14 de febrero 2007
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi, Yanni, Yiruma
MMX

Nacida para escribir, por Anabel Sáiz Ripoll, en Suite 101

25 ago 2010

En Suite101.net, colaboraciones y contenidos de calidad, Anabel Sáiz Ripoll ha publicado un artículo sobre mi propuesta literaria que le agradezco infinitamente. Constituirá sin duda un excelente material de consulta para los colegios que han incluido mis libros en sus planes de lectura.

Poemas de Caramelo

Marisa López Diz y Ester Sánchez se reunieron a soñar en limón y en frambuesa, en menta y en naranja.
Se reunieron a soñar en dulce, apenas en 2009, y el resultado de su sabor de poeta y su saber de ilustradora es Poemas de Caramelo, un libro de la editorial asturiana Pintar-Pintar.

Ambas creadoras saben que los ojos pueden paladear los versos, que la voz deletrea la imagen, que cuando se trata de poesía para niños hay que jugar divinamente y darle la vuelta al libro para poner al mundo de cabeza y empezar a comprenderlo en su clave de color.

Y así, con el libro recostado, ladeamos la cabeza y atendemos la invitación dulce que hacen Marisa y Ester para resignificar el mundo. Mirada infantil y de origen la de estos versos de Marisa, la de estas imágenes de Ester:



Bajo una rana holgazana
encontré un rayo de sol
que cayó de entre las nubes
y en el suelo se rompió.


Y Ester a colores nos toma de la mano y nos hace descender por la escalera también dulce del reflejo. En esa rana tenue reflejada nos ha cambiado de mundo y nos ha llevado al estanque vivo de nuestros recuerdos trémulos, a la luz que nos acariciaba y envolvía en esa piel iluminada que teníamos de niños. 

Bajamos al fondo del estanque y al verso que nos toca el fondo y dulcemente nos hemos liberado de algún peso y nos escapamos en la burbuja de jabón del poema hacia nuestro propio ser:

Abría mucho la boca
redonda como una "o",
y al cantar se le escaparon
grandes pompas de jabón.

Así distendidos, así de libres descubrimos otra de las cualidades de Poemas de Caramelo: el libro es liberador porque es un libro que canta. Y así cantados volvemos a sentirnos lo que nunca hemos dejado de ser: parte del mundo encantado, relación mágica entre el niño que juega y la urraca que roba su caramelo, acción disuelta en sabor, experiencia en la que el mundo nos ha entrado por los ojos para salir convertido en verso.


Y mi caramelo
de sabor a mora
se lo quedó ufana
la urraca traidora.

Y así devueltos a nuestra existencia infantil, que es nuestra existencia poética, hemos puesto el pie en las páginas de Poemas de Caramelo para ingresar a una fábula en sentido original, donde los animales hablan y todo está intensamente animado, restituido en su ser pleno, fabulado en sus afinidades misteriosas:

Cuatro ovejitas blancas
vienen a verme dormir
En la esquina de la cama
dejan rosquillas de anís.

Todo recordado desde el corazón, con sus imágenes precisas, al volver a dar cuerda al reloj de cuco de la memoria:

Un día que estaba sola
al gran reloj le di cuerda,
y el cuco que estaba dentro
salió con levita negra.

Todo anhelado nuevamente, con ese deseo sagrado de los niños, a través de un gato con la mirada perdida de estrellas:

Ven acá que quiero verte,
baja un poquito más,
que yo quiero darte un beso,
no te escapes, ven acá.

A través de Poemas de Caramelo nos podemos hacer muy intensos, porque nos podemos volver muy niños.  Frente a este libro que se va de lado, nos hemos reimaginado en un iluminado paraíso de memoria donde hemos sido y somos, por derecho dulce y a vuelta de página, libres y plenos. Marisa López Diz y Ester Sánchez nos han devuelto, íntegros y dulces, al sabor original de nuestra infancia.
María García Esperón

Imágenes: Pintar-Pintar

Poemas de Caramelo
Texto: Marisa López Diz
Ilustraciones: Ester Sánchez
Oviedo, 2009

El Disco del Tiempo y la Mitología

24 ago 2010


La trama de El Disco del Tiempo apunta hacia la investigación y el conocimiento de los más antiguos mitos griegos. Tal y como conocemos las historias de Europa y el Toro-Zeus, Pasifae y el Minotauro, Teseo y el Laberinto, Ariadna y su hilo, son elaboraciones helénicas de un sustrato muy antiguo, que tuvo su origen en la civilización minoica, florecida en la isla de Creta.

Entiendo mito como una verdad profunda comunicada en lenguaje imaginario. En este sentido, el reto que a través de un correo electrónico le propone Dimitri Constantinopoulos a Nuria y a Philippe es la búsqueda de ese lenguaje a través de las herramientas de comunicación con las que contamos en la modernidad. De alguna manera, los invita a entrar en los mitos de una manera total, a convertirse en parte de ellos, a pensar, a reflexionar, a reconocer su propio laberinto.

El Disco de Festos es el pretexto de este texto que es El Disco del Tiempo Como sabemos, no ha sido descifrado. No ha sido posible de manera convincente exponer en nuestro lenguaje su lenguaje. Pero en el curso de la investigación, llegan hasta nosotros esos antiguos nombres, esas viejas historias resplandecientes. 

La trama de la novela funde dos tiempos: el cotidiano y lineal de los personajes contemporáneos y el circular y eterno de los personajes míticos. Ariadna, Minos, Pasífae, Teseo, Dédalo. Knossos es el nombre que decidí darle al bello muchacho que simboliza al Minotauro. Aléktor y Nefereset son fruto de mi imaginación.

La mitología griega es casi inagotable. En este novela se reúne una pequeña parte, lo que podríamos llamar el ciclo cretense, que involucra a los dioses del Olimpo y particularmente a Zeus, que salvado por su madre Rhea de la voracidad del padre Cronos, se oculta siendo un niño en la isla de Creta.

En otra parte de su mito Zeus seduce a la princesa Europa bajo la forma de un toro y la lleva a la isla de Creta, donde la reina da a luz a sus hijos, uno de los cuales será el rey Minos, cuya memoria nunca se apagó en el Mediterráneo y que dio su nombre a la civilización minoica, descubierta por el arqueólogo Arthur Evans, como se narra en el libro.

El LABERINTO

Quizá sea uno de los mitos griegos más conocidos: Pasifae enamorada del toro da a luz un hijo mitad hombre mitad toro. Minos encierra a este ser en el Laberinto. Dédalo el artífice ingenioso ha participado en la construcción de este portento y es hecho prisionero junto con su hijo Ícaro en su propio invento. Ahí confecciona alas para ambos, pegadas con miel y escapan, pero Ícaro se acerca demasiado al sol y cae en el océano, encontrando la muerte.
La otra parte del mito del laberinto reúne a Ariadna y a Teseo. El héroe de Atenas desafía el poder de Minos, que ha impuesto un tributo de doncellas y jóvenes para ser sacrificados al hombre-toro, que de ellos se alimenta. Teseo recibe la ayuda de la princesa Ariadna: un hilo para salir del laberinto; mata al monstruo y escapa al lado de la princesa, a quien abandona en la isla de Naxos.

EN LA NOVELA

El mito se narra de manera diferente en la novela, donde la intención fue historizarlo, esto es, insertarlo en un contexto de acontecimientos posibles según la época: la Edad de Bronce mediterránea -siglo 17 a.C- que se caracterizaba por el empleo del bronce, una desarrollada actividad comercial y marítima, un alto nivel alcanzado en las artes plásticas, contactos comprobados con Egipto, culto al toro -por una serie de razones simbólicas- y características matriarcales -de ahí el poder que tienen tanto Pasífae como Ariadna. 
Al mito del Minotauro le di características realistas; no hay un hombre toro ni monstruo fantástico alguno, sino un personaje, Knossos, hijo de la reina Pasífae y de Dédalo, cuya identidad siempre queda velada.
El tributo ateniense de jóvenes destinados al sacrificio lo solucioné relacionándolo con la Tauromaquia, que era una especie de deporte sagrado (como en Mesoamérica el juego de pelota), y que persiste en nuestros días en las corridas de toros, ciertamente peligrosas y con una estructura de desarrollo ritual.

Los hallazgos arqueológicos han revelado que los minoicos practicaron los sacrificios humanos, tema desarrollado en la novela y relacionado con la aventura de Teseo. Es particularmente interesante el tema de los sacrificadores y sacrificado que murieron en el santuario de Anemospilia (las cuevas del viento) como resultado de un potente sismo, tal vez la fuerza telúrica que querían apaciguar mediante el sacrificio.