En un sueño de palabras...

στα θέατρα, στους κήπους, στα γυμνάσια

31 ene 2010
El banquete de Heliogábalo. Sir Lawrence Alma Tadema

En los teatros, en los jardines, en los gimnasios...

En La Grecia Clásica y su legado, fue publicado un poema de Kavafis sobre Nerón.

Este césar decadente amaba a Grecia a su manera y consultó al Oráculo de Delfos por si tenía algo que temer.
-Teme a los setenta y tres años.

Nerón es joven. Nerón tiene treinta años. Goza del poder absoluto. Es un esteta. Ama la vida y carece de escrúpulos para allanarse el camino hacia sus goces: los teatros, los jardines, los gimnasios, los cuerpos desnudos y las rosas de la Acaya ciñendo sus sienes.

El decadente césar que asesinó a su madre regresa a Roma. Sus treinta años nada temen.
Mientras, en Hispania, Galba ha decidido derrocar al tirano. Ejercita a sus tropas y espera el momento propicio. Entrena como un legionario y endurece su piel para la guerra.
Tiene setenta y tres años.

El poema, en griego.
Fuente: La Grecia Clásica y su legado:

Η Διορία του Nέρωνος

Δεν ανησύχησεν ο Νέρων όταν άκουσε
του Δελφικού Μαντείου τον χρησμό.
«Τα εβδομήντα τρία χρόνια να φοβάται.»
Είχε καιρόν ακόμη να χαρεί.
Τριάντα χρονώ είναι. Πολύ αρκετή
είν’ η διορία που ο θεός τον δίδει
για να φροντίσει για τους μέλλοντας κινδύνους.

Τώρα στην Pώμη θα επιστρέψει κουρασμένος λίγο,
αλλά εξαίσια κουρασμένος από το ταξείδι αυτό,
που ήταν όλο μέρες απολαύσεως —
στα θέατρα, στους κήπους, στα γυμνάσια ...
Των πόλεων της Aχαΐας εσπέρες ...
A των γυμνών σωμάτων η ηδονή προ πάντων ...

Aυτά ο Νέρων. Και στην Ισπανία ο Γάλβας
κρυφά το στράτευμά του συναθροίζει και το ασκεί,
ο γέροντας ο εβδομήντα τριώ χρονώ.

(Από τα Ποιήματα 1897-1933, Ίκαρος 1984)
El Plazo de Nerón
K.P. Kavafis


Sin inquietarse, Nerón escuchó
el vaticinio del oráculo de Delfos:
"Has de temer a los setenta y tres años"
Mucho tiempo aún para gozar:
Tiene treinta años y el plazo
que la deidad le ha concedido es largo,
como para preocuparse por futuros peligros.

Ahora, un poco fatigado, regresa a Roma
felizmente cansado vuelve de este viaje
que ha traído un placer en cada día:
en los teatros, los jardines, los gimnasios,
en las noches incomparables de la Acaya
ay de los cuerpos desnudos, ay del placer
sobre todas las cosas...

Ese es Nerón. Y en Hispania
arenga y ejercita a sus tropas un anciano:
Galba, cumplidos los setenta y tres años.

(Versión: MGE)

América Mía, de Alicia Reyes: el poema que paseó por América

28 ene 2010

La visita que hizo Voz y Mirada a la Capilla Alfonsina el 5 de enero de 2010 nació de un libro escrito por una mujer excepcional para que la memoria de su excepcional abuelo fuera eterna: "Genio y Figura de Alfonso Reyes".

Alicia, la nieta, es narradora, ensayista y poeta. Hace unos años compuso el poema "América Mía", trenzando su destino y su preocupación sensible con el destino de América. En este 2010 de los Encuentros y Reencuentros, hemos querido decir el poema de Alicia en nuestras respectivas geografías y hacer de Voz y Mirada no sólo un exquisito encuentro virtual, sino un abrazo real, con los pies en la tierra y las palabras puestas a viajar en el viento que literalmente se las lleva.

El poema de Alicia Reyes y todos los poemas tienen la mano extendida para convertirse en voz y en mirada a través de todos ustedes, de todos nosotros. A quienes participamos en esta primera experiencia nos ha brindado emociones nuevas y una misteriosa felicidad que imperiosa, demanda compartirse. (MGE).



América mía

A Ramón López Velarde

Alicia Reyes

Poema completo en la voz de Susana Peiró (Argentina) y en la mirada de María García Esperón (México), a través de imágenes seleccionadas en la Red.

Las serranías de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, la Tarahumara, los desiertos del norte de México, los majestuosos paisajes argentinos, las nieves del Aconcagua, el paisaje humano, la piel-desierto, los ojos-manantial, las manos-árbol de esta América nuestra.





Diana Alejandra Morales
desde la Biblioteca Virgilio Barco de Bogotá, Colombia.

El día un poco gris, pero desde un espacio VeRde muy verde de una de las bibliotecas mayores de Bogotá van las palabras del poema "América Mía".
(Diana Alejandra Morales)



Por esta América mía
que está triste,
triste en sus abismos
más profundos...
triste de llevar a cuestas
hambre y llanto.

Si en el monte escarpado
de silencio
se reúnen los jóvenes-niños
si el silencio
se rasga de repente
es porque
en la pradera el venado
afila sus cuernos
contra un árbol.

Las liebres corren
y se esconden
un bandoneón gime
la guitarra canta.

(La naturaleza se ha puesto
de manteles largos
y el reloj me recuerda
la monotonía de la vida diaria)

En mi extravío:
¡el polvo de los conquistadores!
¡la mano y la mirada de Juárez,
esperanza y coraje!



La voz de Susana Peiró, desde Mendoza,
las imágenes de Marcelo Suárez De Luna desde Buenos Aires
y María García Esperón, desde la Ciudad de México.

Buenos Aires y México, una cosmópolis, la otra raza y todavía lucha telúrica de dioses que no comprendemos.
(María García Esperón)





Y las enredaderas trepan
hasta las copas frondosas,
ya el peso vence al ahuehuete
y al ombú.

Por esta América mía
que está triste...
Desde las nieves eternas
hasta las otras nieves.
Desde la selva
hasta el desierto.

Porque llevamos escondidas
las antenas.
Porque la voz se apaga
porque el viento
apenas se atrave a entrar
por las rendijas.

¡Por ese polvo denso
en que se asfixia
la serenidad de los sentidos!

Al pie del monte sereno
o en medio de los jardines,
van él y ella
tomados de la mano.

Porque amor es mundo
mundo-amor
pisoteado y herido
como antaño.

¡Se rasgará el silencio
a base de metralla!
¡Qué importa este amor
que llena las entrañas!


María García Esperón
desde el Centro Histórico de la Ciudad de México.

En cada rincón se siente todo el tiempo. Los mármoles de Bellas Artes y las piedras del Teocalli, la noche de Don Juan Manuel, el águila, la serpiente, la alquimia tricolor de la bandera... y esa vida se da cita en la Plaza Mayor para lanzar puñados de luz al cielo.
(María García Esperón)



Los valientes van perdiendo
a cada paso
la fe en el mañana.
Ese mañana
que no será todavía...

Bajarán los indios
de la montaña
para depositar al pie
de la misma imagen cansada
su resignación de siglos.

Y en la colina,
más allá del puente,
jugarán los niños.
Ellos no comprenden.

¡Los caballos revientan los cinchos,
la soldadera se ajusta las cananas:
y entre nubes de vapor
se pone la locomotora en marcha!

América lleva en las pupilas
una lágrima,
aquella de sus hijos
que implora la paz inútilmente.
Aquella que se funde
con la tierra.

Porque
en las campiñas
las chozas se deshacen...

Susana Peiró desde Mendoza, Argentina.

Imágenes filmadas en Gualtallary y Las Carreras - Mendoza (Argentina).

Alicia: Tu poema fue leído en tierra de los indios huarpes, entre sus montañas y precipicios. El viento se encargó de que tus líneas llegaran a los oídos de sus dioses. Un abrazo desde esta parte de América, tan tuya.
(Susana Peiró)



Y continúa el poeta
en su extravío:

Resbalará la vida por la cuesta
se acallarán los gritos
y bailaremos juntos
un tango, una cueca,
una samba o un son tamaulipeco.

¡Amor es mundo!
¡Mundo-Amor!
¡Ay, pisoteado y herido
como antaño!

Estamos ciegos
y los héroes
derramaron, tal vez,
una sangre ociosa.

Ves:
las almas nacientes
se envuelven en la droga.

¡Oh Baudelaire!
¡Oh paraísos artificiales!

Por esta América mía
que está triste
y padece...

Asisto y callo
porque, a veces
hasta el más pequeño gusano
se siente solitario.

Se van secando los ríos.
Se van secando los montes
y de estas ruinas
van naciendo otras ruinas.

¡Por esta América mía
que está triste!

¡Por este polvo denso
en que se asfixia
la serenidad de los sentidos!

El Amazonas se desbordará
y cubrirá la tierra toda
y nadarán las pirañas
y arrasarán a su paso
con bestias y ganado.

Ves:
resbalará la vida
por la cuesta
no bailaremos más...

¡Calla!

que América entera
soy yo.

Y mientras haya
al menos una flor
un germen de flor
una semilla que transporte el viento,
una gota de lluvia que la riegue
un pedazo de tierra que la acoja
América renacerá poderosa.

Lucharé sin desmayo
por esta América mía
que está triste.

Transmitir el asombro: María García Esperón (entrevista)

27 ene 2010


Angélica Muñoz Rodríguez estudia el primer año de secundaria y ha leído mi novela El Disco del Tiempo. Como parte de la actividad escolar en torno a la lectura ella debía incluir aspectos de la biografía del autor del libro. Me escribió y convertimos la tarea en un diálogo por el que le estoy muy agradecida.

Quiero transmitir el asombro porque
cada día amanezca, porque haya luna llena,
porque existan niños a nuestro alrededor,
por las grandes y pequeñas realizaciones
del espíritu humano.


AMR:
¿Qué fue lo que más te influyó para dedicarte a ser escritora ahora?

MGE: Siempre amé las letras y la posibilidad de expresarme a través de ellas. De niña no escribía, pero leía intensamente, largas horas, toda la tarde, cuando iba de visita a casa de mis amigas me dirigía a sus libreros. La curiosidad me movía y un inagotable deseo de felicidad. Después me dediqué a la danza flamenca y al periodismo y adquirí oficio por la necesidad de publicar muchas notas rápidamente. Pero fue a partir de que me involucré en el proceso lector de mi hijo, de entonces 8 años, que me decidí a escribir literatura infantil y juvenil. Escribí cuentos para niños pequeños que he ido publicando y paralelamente, mi primera novela, sobre uno de mis temas amados: la antigua Grecia, soñada, buscada, anhelada a través de un artefacto misterioso: el disco de Festos.


AMR: ¿Pones algunas experiencias propias en tus libros? ¿Cómo cuáles?

MGE: Pongo a las personas que me entusiasman, las aventuras que he vivido a través de los libros y de Internet, mis amigos, mis recuerdos, mis amores, mis anhelos, mis sueños... Pero todo esto lo intento transformar en literatura y también convertir mi vivencia personal en algo universal, en algo que le pueda dar un mensaje a cualquiera que lo lea, que le hable de su propia vida, aunque la acción ocurra en la antigua Alejandría o en la gran Tenochtitlan hace muchos siglos. El ser humano es el mismo siempre, en esencia. Y tal vez escribo para vivir intensamente experiencias que yo misma elijo. Durante el proceso de escritura siento que la realidad en torno mío se modifica en función del texto y que se habita con esos personajes que están surgiendo y que todo, absolutamente todo, se hace más intenso: los colores, las temperaturas, los olores, los encuentros con las personas, etc.


AMR: ¿Qué querías estudiar cuando eras niña?

MGE: Yo siempre quise ser bailaora y cantaora de flamenco. Pero al mismo tiempo quería -y lo quería muchísimo- ser arqueóloga. El primer sueño lo realicé con creces al dedicarme a la enseñanza e interpretación del baile flamenco. Y el segundo ¡también! porque a través de la escritura he podido viajar de manera muy intensa a esas antiguas civilizaciones que me fascinan. Y ambos sueños en realidad se complementan. El flamenco es un arte universal que tienen sus raíces en remotas tradiciones mediterráneas: cantar y bailar como manifestaciones de lo sagrado en el ser humano. Ese deseo mío de niña era, ahora lo sé, una antigua voz presente en mi sangre, que he ido aprendiendo a escuchar a través del ejercicio de las letras.

AMR: ¿En donde viviste en tu infancia?

MGE: En la ciudad de México, en la colonia Nápoles con sus calles arboladas donde yo salía a andar en bicicleta con mis hermanas. Muchas mañanas y tardes en el Parque Hundido, en la Alameda Nápoles... y rogándole a mi mamá que me llevara al Museo de Antropología, a ver las piedras de los aztecas, y eso era hermoso porque íbamos en bicicleta hasta Chapultepec, transitábamos por la avenida de los poetas, bajo los árboles, íbamos al museo y la aventura terminaba en una librería de viejo, de donde yo salía con una torre de libros que, puestos en bolsas, amarrábamos mi mamá y yo a las bicicletas. Por supuesto este recuerdo me da pie para decirte que mi mamá es una gran lectora. Lee en cuatro idiomas. Los libros, yo aprendí a amarlos en mi casa.

AMR: ¿Qué quieres transmitir en tus libros?

MGE: La maravillosa aventura de la existencia. La vida de cualquier persona puede convertirse en una obra maestra. Una obra en que tú eres la materia prima, el hacedor, el espectador, el oyente, eres el que la hace y el que la disfruta... Quiero transmitir el asombro porque cada día amanezca, porque haya luna llena, porque existan niños a nuestro alrededor, por las grandes y pequeñas realizaciones del espíritu humano. El asombro por la razón humana que puede conocer, por la sensibilidad, que puede sentir, por el talento, que puede hacer, crear, representar. Quiero transmitir el amor por el lenguaje, tanto los modernos como los antiguos idiomas, por la tradición, por el conocimiento que nos han heredado las antiguas civilizaciones... y quizá todo esto se resuma en una palabra, que es la Memoria. Quiero transmitir mi necesidad amorosa de Memoria.

AMR: ¿Qué le dirías a la gente que lee tus libros?

MGE: Lo que les he dicho ya a muchos: GRACIAS. Saberse leído es una de las experiencias más hermosas, más completas que pueda tener un ser humano. Gracias por haber pasado tus ojos por esas letras, por haber albergado mi pensamiento en tu pensamiento, por estar de acuerdo o diferir, por soñar conmigo y ponerte a soñar por tu cuenta con una página mía como punto de partida. Gracias por tu silencio o por tu atención de buscar mi correo electrónico para escribirme, gracias por aceptar mi abrazo de letras, gracias por prestarle el libro a alguien más, por tomarte una fotografía con él y enviármela, por pedirme que te lo dedique, por darme tu nombre para que yo lo escriba en esa página blanca que está al frente de los libros y que siempre está llena de promesas. Gracias por hablarme de alguno de los personajes, por hacerlo tuyo, por tratarlo como a una persona cercana y querida, por hacerle morada en tu memoria.

AMR: Muchísimas gracias, quisiera algún dia conocerte ya que tengo muchas preguntas más sobre ti y tu libro El Disco del Tiempo y espero leer pronto los demás.

MGE: Gracias a ti por haberme dado la oportunidad de dialogar sobre lo que más me gusta, que son los libros. Y enlazando con la pregunta anterior, GRACIAS por leer El Disco del Tiempo.

Esta es la estación de las promesas: Vengo del Norte IV



EN tus dominios las horas surgen de la nata,
de los campanarios del deshielo, del alma de la leche.
Esta es la estación de las promesas,
el mes por donde cruzan los afluentes del tiempo
y donde cogen agua las almas sin oficio.
No tengas miedo; la eternidad es húmeda
como los besos tiernos de una boca inundada.

Deja aquí nuestras cosas,
esta es la temporada de frutos deliciosos,
de américas y tangos maduros de coraje.
Deberías ponerte este pañuelo para pisar la vida
que palpita en las uvas
y viajar a la siega de nombres imposibles.
Canta como si hubieras estado muchas veces enamorada
del verano,
como si hubieras ido muchas tardes a las tradicionales
danzas de las espigas,
como si hubieras nacido para morir en una vieja mina
de amapolas.

Estas tierras han sido reservadas para el más allá
de los desesperados.
Por aquí han pasado muchos otros a preguntar a dios
cuántos pasos nos quedan al destino.
No tengas miedo; come unas bayas de esa esperanza roja
de la sangre del mundo;
prométeme, prométeme. Esta es la estación de las promesas:
de decir que estás acostumbrándote a no llevar la carne,
de empezar a ser un girasol de cicatrices,
de celebrar el llanto de la Naturaleza.

La mentira está dentro de todos los arbustos,
de todos estos seres que han echado raíces
sobre sus propias sombras,
pero tú necesitas una droga de barro,
un tallo de papiro que conserve los signos
de tu belleza acuática.

Aquí las horas no dejarán huella en tu mirada
porque las horas surgen de la leche que ordeñan los
montañeros,
de las ubres hinchadas de una madre parida.
Yo te prometo ser el campesino de todos tus dominios,
la voz que te detenga la lluvia y el granizo
cuando estén en flor aún los cerezos dispersos por tus labios;

Esta es la estación de las promesas,
el tiempo en que la tierra se abre como los sexos insaciables,
es la estación más larga de la vida.

(C)Aurelio González Ovies
Vengo del Norte

Ma. Rosa Serdio: los colores y la poesía

25 ene 2010


Ma. Rosa Serdio puede hablarle de tú a la poesía, lavarle las manos y la cara, sentarla en un pupitre y presentarle a los poetas, que a ratos parecen más amigos de Ma. Rosa que de la misma poesía.

Y es que esta educadora asturiana resuelve cotidianamente la ecuación compleja de acercar los libros a los niños y los niños a la lectura. Por las venas no le circula sangre como a todos los demás, sino versos y desde la punta de sus dedos hasta los pies de la sonrisa derrama amor y pasión por la palabra.

Por la palabra entregada a los niños, además.

Ma. Rosa publica en este 2010 su primer libro de poesía para niños. En asturiano y de la mano de la editorial Pintar-Pintar pisa con garbo y parte la plaza de las publicaciones para niños. Magníficamente ilustrado por Ester Vallina, Colores y más colores, es un libro sobre las emociones de la luz y los sentimientos de las cosas, sobre la cotidianeidad, la alegría, la renovación que constante emana de la mirada de los niños.

Los colores soñadores de Ester Vallina brotan de los sueños de las palabras de Rosa. Sueños largos donde la poesía condensa siglos de buen decir como las flores fabrican aroma. Un color, un alma, un río, un orbe generoso y vivo en cuatro versos:

Verde Andalucía
verde perejil
verde la oliva
del Guadalquivir.

Enhorabuena a Ma. Rosa Serdio, a Ester Vallina y a Pintar-Pintar por este libro destinado desde ya a la felicidad. A hacer la felicidad de los lectores y no sólo de los niños. Que los adultos reconoceremos a la vuelta de esas páginas y en los rincones de esas palabras nuestros amados colores, los primeros, los brillantes, con los que nos lavamos la cara las primeras veces y los que se sentaron a nuestro lado en el pupitre, cuando la mirada se nos escapaba por la ventana en búsqueda de las emociones y la aventura de la luz.

Berenice la Sirena en el Cuaderno de Apuntes de Pedro Villar



Ha sido una gustosa sorpresa amanecer este lunes y encontrar a Berenice la Sirena nadando feliz en el Cuaderno de Apuntes de Pedro Villar, entre sus líneas sensibles, generosas, de amigo en las letras y en la vida:


Berenice, la sirena ha realizado un largo viaje atlántico desde México a España de la mano generosa de María García Esperón. De nuevo María propicia un nuevo hermanamiento, en esta ocasión a través de esta imaginativa y ágil narración para niños ambientada en la historia del siglo XVII y que recrea de manera admirable. En ella Conchita hija de los marqueses de la Laguna, virreyes de la Nueva España, se encuentra en Veracruz con Berenice, la desvergonzada sirena, y con Nicolás y Elotito, con quienes vivirá emocionantes aventuras en su camino a Ciudad de México.

"...al punto fue como antigua"

23 ene 2010

Cuenta Plutarco en su Vida de Pericles que fue de admirar que las obras de la Acrópolis se hayan concluido en relativamente poco tiempo y resalta el hecho de que "en la belleza, cada una de ellas al punto fue como antigua".

La expresión se guardó durante cinco siglos y fue recogida por Plutarco. Y así, sencillamente, da la nota que define al conjunto de la Acrópolis: una antigüedad que es una atemporalidad. Una edificación antigua siempre joven, exenta de vejez, crecida bajo la dirección de Pericles y Fidias.

El Partenón fue construido por Calícrates e Ictino, los arquitectos de astucia arquetípica, que dotaron de elasticidad visual a las columnas con el misterioso (y matemático, geométrico) procedimiento de éntasis.

Mnesicles se encargó de los Propíleos. Y durante la construcción de éstos, un operario cayó de lo alto y quedó al borde de la muerte. Pericles tuvo un sueño y soñó a la Diosa. Ella le sopló al oído el remedio que curaría al trabajador.

Pericles despertó y pudo recordar su sueño, el hombre sanó y ese sueño y esa cura fueron la causa de que se colocara en la ciudadela la estatua de bronce de Atenea, la saludable.

Plutarco afirma vehemente que en las obras de la Acrópolis "brilla un cierto lustre que conserva su aspecto intacto por el tiempo, como si las tales obras tuviesen un aliento siempre floreciente". Es su juventud eterna, su inmortalidad, a pesar del polvorín turco y del amor desmedido que inspiró a Lord Elgin la idea de raptar el Partenón por partes.

Inmortales y jóvenes soñaron sus obras Fidias y Pericles. El que llegó afirmar que en cuanto de él dependiese, cada ateniense sería inmortal. La Acrópolis guarda, en la cal viva de su corazón, ese deseo.

Qué sería del amor, de Aurelio González Ovies

22 ene 2010


Qué sería del amor
si Pablo no llegara a construir
Yolanda
eternamente
palabra.
Palabra que recibe una
noticia
y se muere de pena
palabra mensajera
palabra que recibe una carta
y llora de alegría
palabra donde
bebe
Platero
su reflejo
palabras caserón
con balcones abiertos a un relato de Márquez
y bananos y almendros
palabra con los pechos
descubiertos
palabra enamorada
de su heredad sintáctica
palabra pelirroja
en plena infancia
palabra donde Julia
a pesar de los pesares
baja a limar la vida

palabras
palabras
palabras. Palabra
interrogante
como
el
cuello
muy
tierno
de una jirafa nueva.

Encontraría algo con más cielo
más aire
más geografía
que en algún pronombre.


(C) Aurelio González Ovies
De su libro Tocata y Fuga, Trabe, 2004
(España)
Realización:
María García Esperón
(México)
Música: Vals poético, Felipe Villanueva
2010

Tocata y fuga, de Aurelio González Ovies

20 ene 2010


Tocata y Fuga es un libro del poeta asturiano Aurelio González Ovies editado por Trabe y publicado en España en 2004. Aquí, unos fragmentos en los que el poeta entrega y se entrega -como en todo el libro- al amor de las palabras:

(ES MI PALABRA)


Juro que no he perdido

la esperanza.

Todo es posible

hoy

desde mis ojos.

Todo lo que no encuentro,

todo lo que no alcanzo,

hoy,

-lo juro, sí-

será palabra.

(***)

Palabra dicha,

que es menos que un instante,

palabra instante donde cabe

la vida.

Palabras dios

sobre todas las cosas

para los que son fieles

por encima de todo;

para los que surcaron mi niñez

con carabelas demócratas y aviones de cuartilla;

(***)

para los que promulgan diluvios

y se mojan.

Los que son tan hermosos, tan nuestros

como los años que no vuelven;

los que plantan cipreses en los huesos de Roma,

los que impulsan trirremes en las charcas

del sábado,

los que sueltan medusas en los mitos del Tíber;

los que nos pintan puentes naïf y carruajes vistosos

en el inevitable sufrimiento;

para los que han lanzado

desde el alto sentido -Federico y Octavio,

Biedma, Orozco, Celaya...-cañonazos y bombas

de humana poesía; (porque benditas sean

las horas, benditos los momentos,

Pepe Hierro,

en que te leí y sentí cómo mi piel

escapaba hacia tu idioma

y se me enamoraba).

(***)
Hasta palabras nORIa

donde giran los asnos

y fluye el río.

Palabras nerviosísimas de hipérbaton

y hormigas. Palabras

ilegales

que llegan a mis

acantilados.

Palabra

te respiro

te bebo

te seduzco

te amo

te penetro

te traiciono

y regreso

y tú me esperas

me acuestas en tu pecho

de epopeya

y me hablas :

Vengo del Norte III, de Aurelio González Ovies


Vengo del Norte

III

YO soy el mensajero de los atardeceres,
de las horas granates que apiñan las frambuesas.
Soy la hora que nunca regresará a su sitio.
Soy el conquistador. Soy el atardecer. Vengo del Norte.

El ganado está manso como un pantano de oro
porque el mundo es pastor en esta orilla
desde hace muchos siglos,
yo lo vi merendar manteca y miel silvestre.
Algún día tendremos una casa,
algún día seremos dueños de una pomarada
donde la eternidad despierte con los gallos
y te ayude a peinar a nuestros dos mil hijos.

Vengo del Norte como la blanda niebla
que masticáis vosotros en las bodas del viento,
como el rostro moreno de la brea con que encendéis
los libros de la noche,
como las golondrinas que escapan de las cuadras
al reventar la seta del otoño.

Ella llora porque ha dejado atrás una cruz de violetas
encima de su raza,
porque sabe que aquí ahorcará su memoria
en esta lluvia de árboles que no hubieran nacido.

Los pastos están rotos,
pero traigo un arado con los dedos de un dios
que arañarán la tierra hasta tocar los huesos del primer
enterrado.
Ella rota un molino cada vez que me mira
para pedirme amor entre la hierba alta,
cada vez que me sube a los graneros donde la voz
deposita su harina indescifrable.

Os traigo una noticia envuelta con hojas de castaño,
una noticia fresca
que necesita tiempo debajo del estiércol,
pero será tan grata como la novia nueva
que grita cuando rompen su blanca idolatría.
Ayudadnos a descargar nuestra carreta;
que ella se pose despacio
como una edad que acaba de romperse las piernas
y necesita esclavos para bajar la vida.

Veo que está la noche cantando como un grillo
y que vuestras esposas han encendido el fuego.
Podéis iros,
que el vino sólo tiene un momento como las decisiones.
Mañana volveremos a vernos
cuando el rocío enmarque cristales a otro día
y amanezca de nuevo la palabra distancia.


(C) Aurelio González Ovies

Vengo del Norte en portaldepoesia.com

Vengo del Norte II, de Aurelio González Ovies

Vengo del Norte
II
De dónde soy, me pregunto a veces, de
dónde diablos
vengo, qué día es hoy qué pasa.
Pablo Neruda


Vengo del Norte

II

VENGO del Norte,
de donde la tristeza tiene forma de alga,
de donde los siglos son muy anfibios todavía,
de donde las grosellas son un veneno puro
para beber un trago cada noche.

Vengo de allí a conquistar paisajes malheridos,
a dar voz a los ecos de estos valles
que nunca se han hablado más que con señas de humo.
Ella viene conmigo,
con todos los caminos enroscados al cuello
y una perla de hambre colgada de su frente.
Quiero vallar aquí la eternidad para todos los míos,
para todos los hombres que desciendan de un padre
carpintero,
para todos los muertos condenados a girar esas aspas
del eterno retorno.

Mirad aquellas tierras, aquellas plantaciones
de pájaros mojados,
mirad aquellas granjas donde todos los días
el sol devora el pan.
Mirad y, por última vez,

podéis llorar al pie de los lechos del trigo
que agoniza.
Porque vengo del Norte,
de donde nunca anidan las cigüeñas
porque las torres tienen que apuntalar el cielo;
de donde el frío habita el carbón de los lápices
y hay una flor gitana que cura el desencanto.

Vengo de allá,
de un paseo marítimo alumbrado con gas de calaveras
y estrellas de carburo.
Ella viene conmigo porque lleva en el vientre
más de doscientas conchas
y un hijo sin edad como los faros.

Ahora la prisa está bajando su marea,
ahora las caracolas tienen un rey de nácar,
ahora cada ola desemboca un destino
y yo os vomitaré un mar
para que nunca más os encontréis solos,
para que los auspicios os lleguen en botellas
y podáis escribir al horizonte.

Vengo del Norte,
y sé un poco del trayecto de la muerte
porque allí desembarcan sus galeras.
Escuchadme y seguidme,
os traigo grana verde de la palabra
que sangran los manzanos
y dentro de unos años nuestra felicidad podrá estar
muy madura.



(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte en portaldepoesia.com
(España)
Realización: María García Esperón
(México)
Música: Diálogos, Manolo Sanlúcar.
MMX

Amor y Estar en ti, de Antonio Gamoneda

18 ene 2010


Amor

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.


Estar en ti

Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.

(C) Antonio Gamoneda
(España)
Realización:
María García Esperón
(México)
Música: Lamento Sefardí. Jordi Savall. Disco: La lira d'Esperia
2010

Todo ama, poesía para niños de Aurelio González Ovies

15 ene 2010


Este, más que un libro ilustrado (bellamente) de poesía para niños, es un atajadero del cielo, una ventana, un mirador de los infinitos paisajes del alma. Una boca valiente que sale a decir que todo ama en un mundo que se empeña en borrar los orígenes y los recuerdos y hacer de la infancia un negocio y de la felicidad un plan que se compra con una tarjeta de plástico.

Todo ama desde las infinitesimales partículas, desde los adentros profundos, desde el punto original hasta la fuga que nos llama. En el reposo de la tarde la mirada de ese niño -el que ha escrito este libro-, urdimbre amorosa del iris, se posa sobre las atracciones apasionadas y colmadas que mantienen a las cosas en su ser, al planeta en su órbita, al Universo pulsando:

Y cuantos sombreros están tan a gusto
colgados perdidos por su vieja percha;
cuántas pinzas, fíjate, pasan días y noches
prendidas, felices, en su fiel tendal.

Y cuántos asombros recoge ese niño, cuántas posibilidades del ser infinito, cuántas partículas de la existencia sin límites que se percibe con el cuerpo todo cuando todo el cuerpo se vuelve asombro, cuando el ojo se vuelve verdaderamente ojo, cuando:

Sales a la calle y en seguida ves
que todo lo que hay es capaz de amar.

Capacidad de la existencia sin límites, que es la existencia aprehendida por la conciencia infantil. Voluptuosidad inagotable de la soledad que alumbra las grandes ensoñaciones del alma.

Distendido el espíritu en la tarde que se alarga, perezosa y plena, ese niño descubre los hilos de oro que urden el envés de la realidad, fiel enamorada que siempre quiere ser descubierta, descifrada, deseada y sorprendida con nuestras palabras, con nuestros hallazgos:

una hoja puede, por cosas del viento,
sentirse atraída por un rincón sucio.

Qué hay en el rincón, qué hay en la hoja, qué hay en el viento que llaman a ese niño para que con ellos se entreteja, para que con ellos habite los espacios soleados y cálidos de la presencia, para que después pueda habitar los espacios dolorosamente bellos de la ausencia y restañar, con un piadoso pañuelo, las lágrimas de las cosas.


A ver quién nos niega que una silla llora
cuando ve que pasan épocas y meses
y aquella persona con la que encajaba
ya no está y ya nunca más se sentará.


Dijo Whitman que quien toca un libro toca un hombre.

Quien toca este libro toca a un niño.

A un Niño.

Y, sin remedio, se enamora.


Todo ama
Aurelio González Ovies
Ilustraciones de Antonio Acebal
Editorial Pintar-Pintar
Oviedo 2009.
(La edición original está en asturiano)

Las puertas de Atenas

13 ene 2010

Los Propíleos


La ciudad arquetípica -Troya, Atenas- brota al engarzarse los niveles. La Polis y la Acrópolis, la ciudad alta. Para acceder a ella se requiere un umbral, un pasadizo, unas puertas y para ello Mnesicles en el 437 a.C., bajo la guía de Pericles diseña los Propíleos.

No es empresa fácil, el terreno es accidentado y las prohibiciones que custodian lo sagrado acotan su trabajo. No deben tocarse los terrenos de Ártemis, la Cazadora es celosa. Y vengativa -pensaría Fidias años después, en el exilio. Tampoco debe tocarse la Vía Sacra, ni un centímetro del espacio de Atenea Niké. Y además, hay que continuar el proyecto de Pisístrato, del siglo VI, que inició la construcción de los Propíleos.

Mármol pentélico, el mármol que habla. Debe callar cuando se culmine en los Propíleos la Procesión Panatenea, cuando se extienda en el manto de la luz el manto de la diosa, tejido por las manos de las mujeres de Atenas. Los Propíleos no son una deidad de oro y marfil, sino un escenario santificado para que la mano del hombre toque por un segundo la mano del dios, de la diosa, el corazón de su Atenas.

Los Propíleos, hoy restaurados, tienen la infinita belleza de las obras de arte inacabadas. La Guerra del Peloponeso, en 431 a.C. interrumpió ese proyecto arquitectónico, que como los hijos de los hombres, fue también un sueño.

La columna de León Béjar



León Bejar tiene 16 años y las letras lo buscan.

En su blog Libros del León ha publicado reseñas de sus muy abundantes y profundas lecturas.

Le han ofrecido una columna en el órgano de comunicación del Centro Deportivo israelita y él ha publicado la primera entrega de La Columna del León, un espacio que "pretende hacerte leer".

Estructurada en tres partes, La Columna del León ofrece una reseña del Libro de la Semana, una semblanza de un autor clásico y otra de un autor contemporáneo.
León ha tenido la deferencia de albergar a esta autora en su columna nada más y nada menos que a la clara y gigantesca sombra de Alejandro Dumas.

¡Muchas gracias, León y desde aquí, larga vida a La Columna del León!

Martes de enero, de Rosa Serdio, poesía para niños en invierno

12 ene 2010

MARTES DE ENERO
El viento sur se la lleva
por los senderos del agua.
La nieve llora en silencio
y hace música en la cancha.

Llora el ciprés, llora el sauce
con sus lágimas de nata.
Llora el tejo con su manto
de armiño y de porcelana.

Y los niños juegan, raudos,
porque su nieve se escapa.
Suben y bajan al puerto
de la nieve amontonada.

Viene el carbonero y pica,
picando está ya en la rama
del espino que traerá
nueva nieve a la ventana.

Y llegan los Reyes Magos,
retrasados por su causa,
y los niños de mi clase
buscan gangas de rebajas:

calcetines de colores,
nubes de algodón y plata,
canciones al dos por uno,
y porcentajes que atrapan...

Y miran crecer su cuenta
mientras la nieve se escapa
subiendo en alas del viento,
viento sur, tras la ventana.

(C) Ma. Rosa Serdio
(España)
Realización:
María García Esperón
(México)
Música: El noi de la mare
Narciso Yepes
2010

Leyenda de un beso, de Asunción Carracedo



Y un puñado de besos:

Para Dido de Eneas, de Aurelio González Ovies

11 ene 2010


Para Dido de Eneas

Te vi quedar llamándome en la niebla
sobre la almena más alta del palacio,
pero los dioses, Dido, no comprenderán jamás
por qué los hombres preferimos morir
a separarnos. Y aquella madrugada, sobre
las vigas rechinantes de mis naves
mil veces me grité:
¿por qué viniste a Libia, por qué no te amarraste
a la galerna?
Ahora ya no valen de nada mis reproches y mi odio
dibujará en las cenizas de tus labios
maldiciones
cada vez que pasen por tu ausencia
las sandalias silvestres de los vientos.

Recuerdo la primera noche que robamos
al brillo de tus ojos,
las caricias que había guardadas en tus
cofres y el perfume fenicio
que dulcemente, ahora, me describe
las rutas navegables de tu cuerpo.
Pero de nada vale, Dido, que te confiese
un poco esta agonía
si entre tus tierras y mi llanto
silban los trapos de la muerte.
Asómate otra vez como el abismo a los acantilados
y piensa que he venido a recogerte,
que he venido a buscarte con mis hombres
y en mis naves. Asómate al recuerdo y haz que vuelves
a ver en la borrasca un rostro marinero
curtido como el sándalo, agarrado a tus costas
desde que te creyó una mentira de la bruma.
(C) Aurelio González Ovies
(España)
Realización: María García Esperón
(México)
Música: Nazaret, de Manolo Sanlúcar. Disco: Ven sígueme
2010

Penélope de Ulises, de Aurelio González Ovies



Penélope de Ulises

Más allá de su casa el calor de septiembre
crepita en las higueras;
Penélope de Ulises, fiel espartana,
se ha asomado al balcón donde borda por siempre
y ahuyenta una pareja de gansos atrevidos
que va picoteando la flor de sus hortensias.
La casa huele a pan, a recuerdo de harina,
A esperanza nacida de una esperanza vieja.
¿Volverá? Quién sabe si en el mar
o a la luz de los faros,
después de tanto tiempo, se sigue recordando.
Y de repente canta (bien sabe por qué canta)
y de la comisura de sus labios
pende un temblor que es casi ya una lágrima.

Y el sol llega a sus ojos como una pesadumbre
―no hay nada más hermoso, sin embargo, que el rostro
de Penélope con la estela brillante de las lágrimas―.
¿Volverá? En momentos como este no deja de bordar
por no llorar delante de doncellas,
mas sus dedos no saben si bordan una flor
sobre el sudario
o anudan otro pétalo a su pena.
No se parece en nada a la mujer de piel campesina,
la más esbelta de Itaca,
que antaño llegó a ser la esposa deseada,
porque de tanta espera,
de tanto deshacer la tela de sus días
cuando la noche entraba, va quedando con hilos
que descosen la carne de su cara.
Se parece muy poco a la de brazos níveos,
por abrazarse tanto al llanto del crepúsculo,
por rehusar promesas de tantos pretendientes,
esperando las velas de las naves rojizas
que las olas del tiempo jamás, tal vez, acerquen.
Y a veces ya le ocurre lo mismo que a su perro:
que de ladrar atado al pie de su destino,
tiene la tirantez ahogándole en el cuello,
una marca amarilla de soledad y hastío
que le ha robado olfato, el aullido y el pelo.
Y nunca pasa nada sino la vida en vano,
las horas se suceden girando en el vacío,
como una rueca muerta varada en unas manos
que no darán más vueltas. Lo tienen prometido.
Penélope de Ulises, la solitaria de Itaca,
la del balcón abierto por si escuchara pasos;
Penélope de Ulises, la eterna bordadora
de su presente aciago, de su futuro mítico.
La esposa envejecida como un griego olvidado.


(C) Aurelio González Ovies
(España)
Realización: María García Esperón
(México)
Música: Galilea, de Manolo Sanlúcar. Disco: Ven sígueme
2010

Berenice la sirena: reseña de Anabel Sáiz Ripoll


Anabel Sáiz Ripoll



BERENICE, LA SIRENA,
María García Esperón (texto),
Camilo Sarmiento Prieto (ilustraciones),
Libros&Libros, Bogotà, 2010

A partir de 10 años

Por Anabel Sáiz Ripoll,

especialista en Literatura infantil y juvenil



Berenice, la sirena es el último libro publicado, hasta la fecha, por la polifacética escritora María García Esperón. Esta vez, sin renunciar a sus raíces, destina el texto a niños y niñas de 10 años en adelante.

Berenice, la sirena transcurre en pleno S. XVII, el Siglo de Oro español, y nos habla de cómo los marqueses de la Laguna tomaron posesión del virreinato de la Nueva España y cómo tuvieron que viajar desde España a México. La aventura es notable y nos sitúa ante una realidad histórica poco frecuente en libros infantiles y que, sin embargo, nos parece importante porque introduce en el complejo mundo que debió ser el del S. XVII, con las costumbres en torno al vestuario femenino, la educación de la mujer, la rigidez en el protocolo y otros aspectos que, de manera lúdica, pero real, aparecen retratados en el libro.

Berenice, que da nombre a la historia, es una pequeña sirena que quiere vivir en una fuente y tocar la guitarra, para ello no duda en aparecerse a Conchita (la hija de los marqueses de la Laguna, con un nombre tan largo y pomposo, que mejor, como hace la autora, la llamamos Conchita). Conchita es una niña espabilada, muy viva y lista que observa todo con atención y que acepta las exigencias de Berenice sin demasiado entusiasmo porque hay que reconocer que Berenice es, haciendo honor a su condición de sirena, un ser algo egoísta, que siempre quiere salirse con la suya, que provoca varios enredos y que resulta ser algo antipática a veces, aunque, eso sí, es hermosa y convincente cuando quiere. Berenice se pega a Conchita, a Elotito (la hija del ama de la niña) y a Nicolás (un joven indígena que quiere estudiar y que demuestra grandes cualidades en la oratoria; tantas que el marqués decide llevárselo para que consiga ingresar en la Universidad de Nueva España). Estos tres niños, de alguna manera, protegen y excusan a Berenice hasta que, cuando son recibidos, con toda la pompa y boato que merecen los marqueses, la pequeña Berenice desparece, aunque no por mucho tiempo, porque, y el lector tendrá que descubrir cómo, consigue su propósito. El caso es que Conchita se acaba encariñando de esta sirena pizpireta, traviesa y juguetona.

El libro está escrito de manera muy directa, ya que la narradora, en tercera persona, continuamente entra y sale del relato, para llamar la atención sobre algo, para ironizar, para acompañar al lector, para jugar de alguna manera con la historia. Como si de una Berenice escritora se tratara, María García Esperón introduce posibles nuevas historias, se divierte lanzando comentarios acerca de unos y otros, explicando que la historia que estudiamos es, a veces, solo el reflejo embellecido de lo que fue en realidad y, en definitiva, realizando un ejercicio metaliterario muy interesante. Los diálogos, por otra parte, entre los tres niños, son chispeantes y llenos de gracia.

Gracias a Berenice, la sirena los pequeños lectores y lectoras se introducirán en un mundo fascinante, seguirán el viaje desde Veracruz a Ciudad de México, se reirán con las costumbres, abrirán los ojos como platos ante un cocodrilo o un jaguar con malas intenciones y, en definitiva, sabrán de plantas carnívoras y de lugares inolvidables. Aparte, de una manera sutil, pero clara, quedan reflejadas las desigualdades sociales que se vivieron en el S. XVII porque, como diría Juan Ramón Jiménez, el niño puede leer de todo “con las consabidas excepciones” que no pasan por edulcorarles la realidad de manera falsa.

El libro está ilustrado por Camilo Sarmiento Prieto con unos dibujos en blanco y negro en los que quiere resaltar los momentos más rocambolescos del relato, aquellos que sorprenden, que causan alborozo en el lector; aunque también nos ofrece la belleza de Berenice y el candor, en los grandes ojos con que las dibuja, de Conchita y Elotito.

Berenice, la sirena permitirá, a los niños de ésta y la otra orilla, hermanarse en una historia que los une y que muestra, a unos y a otros, un momento importante de la historia de México.

La puerta del año en catalán, traducción de Salvia

9 ene 2010

La porta del any

Traducción: Dolors Insa (Salvia)

Per Anabel Sáiz Ripoll,
que des d'Espanya escolta les nostres lletres


Què hi ha al darrere
de la porta de l'any?
Una margarida
amb un llaç blanc.
Una marea nova
amb vaixells pintats.
Una neu antiga
demanant estiu.
Les paraules teues
somiant, somiant...

(María García Esperón)

Arquitectura de las Ruinas, de Aurelio González Ovies

8 ene 2010


Aurelio González Ovies es un escritor asturiano nacido en 1964. Es licenciado en filología clásica y profesor de latín en la Universidad de Oviedo. En su obra poética resaltan Las horas en vano (1989), Versos para Ana sin número (1990), Premio Feria del Libro y Ateneo Jovellanos; La edad del saúco (1991), mención honorífica en el Casino de Mieres; La hora de las gaviotas (1992), Premio Juan Ramón Jiménez, y Vengo del Norte, accesit del Premio Adonais 1992. También obtuvo el III Premio de Extensión Universitaria en 1984, y en 1985 y 1986, el de Cuentos Isabel Bosquet de Gijón. Ha sido vicedecano de la facultad de filología de la Universidad de Oviedo del 1996 al 2008. Premio Ángel González.

Rosa Serdio lo ha traído a Voz y Mirada y yo no he resistido la tentación de pasear un sueño por su Arquitectura de las ruinas, poema que me fascinó

Antigüedad
mujer hermosa
con ojos pompeyanos
que lleva cestos
de sombra
hasta las viñas
Mar
que se mira
en un espejo
y se serena
antes de que
la vean
amanecer las naves
orgullosas
Mujer
lanceolada
con los pechos
en púrpura
que visita
los templos
y pestañean
las lámparas
de aceite
Cintura de la juventud
de la columnas
melancolía
de la flor de
la manzanilla
que te hace
aniversarios
en latín
al lado
de las losas
Mujer
vestida de ceniza
y rayo de luna
que en la noche
te han visto llorar
sobre un mosaico

Pasabas
levemente
los dedos
por la desvanecida
sonrisa
de los padres
queridos.

(C) Aurelio González Ovies
(España)
Voz: María García Esperón
(México)
2010

Mi Diccionario: un poema de Marco Aurelio Chavezmaya

7 ene 2010


Mi Diccionario

Para María García Esperón


Agua: leche de la tierra.

Beso: canto consumado.

Canto: beso anticipado.

Chile: flama verdulera.

Día: explosión de girasoles.

Escuela: hojas de colores.

Fuego: tiempo en llama viva.

Guitarra: muchacha enamorada.

Higo: hijo de la higuera.

Incendio: voraz enredadera.

Juego: oficio de los niños.

Kiosco: ombligo de la plaza.

Libro: árbol de palabras.

Llanto: tormenta de los ojos.

Madre: pan y cueva.

Nopal: aplauso con espinas.

Ñ: niña enfurruñada.

Oro: sueño del plomo.

Poema: oro del idioma.

Queso: poema de la vaca.

Radio: amigo del abuelo.

Sonrisa: mazorca tierna.

Tiempo: fuego que calcina.

uva: gota de vino.

Vida: sangre en subibaja.

W: corona de princesa.

Xochimilco: trajín de trajineras.

Y: copa consumida.

Zapato: rana de cuero.

Marco Aurelio Chavezmaya

Tigres de la otra noche y El Disco del Tiempo en TV España




En la emisión de Noticias Culturales Iberoamericanas correspondiente al 29 de diciembre 2009, apareció una nota sobre mi novela El Disco del Tiempo en el programa Tras los libros.

Y lo mismo ocurrió con Tigres de la otra noche, el 5 de enero 2010, propiciando la espectacular cacería de imágenes que realizó Pedro Villar y que fue todo un regalo de Noche de Reyes.

Asociación de Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas
www.atei.es

La puerta del año: una idea mágica de la mágica Salvia


A la mágica Salvia se le ha ocurrido una idea maravillosa a propósito de mi poema "La puerta del año", (dedicado a Anabel Sáiz Ripoll) que ha colgado en su blog Poesía infantil y juvenil.
Se trata de proponer a los niños en clase los dos primeros versos: ¿Qué habrá detrás/ de la puerta del año? y hacer un poema tan largo como chicos haya en el aula.
Copio la entrada de Salvia, que me ha encantado por estar en catalán, lengua que adoro:


Cada alumne escriurà dos versos pensant que hi ha darrere de la porta que obri l'any nou. Què és el que els agradaria trobar enguany?. Ho podem fer en castellà o en català. Els dos primers versos són:

Què hi ha al darrere / ¿Qué hay detrás
de la porta de l'any? / de la puerta del año?

I els dos últims són (però podem camviar-los):

Les paraules teues / Las palabras tuyas
somiant, somiant... / soñando, soñando...

Desprès escriurem en la pissarra tots els versos i ens sortirà un poema tan llarg com alumnes hi ha a la classe. El poema el podem escriure i penjar en el raconet de la biblioteca d'aula per a donar la benvinguda al 2010 (el podem il·lustrar i encara ens quedarà més bonic). També podem fer còpies i regalar-les als companys de les altres classes per anar enlairant les nostres creacions poètiques.

L'encantador i original poema, de María García Esperón (gràcies María, sempre ens sorprens agradablement amb els teus versos, que harà t'hem copiat per a jugar amb ells) és aquest:

¿Qué habrá detrás
de la puerta del año?
Una margarita
con un lazo blanco.
Una marea nueva
con barcos pintados.
Una nieve antigua
pidiendo verano.
Las palabras tuyas
soñando soñando...

Marco Aurelio Chavezmaya: la piel y la memoria

6 ene 2010
Chavezmaya en 1996


Marco Aurelio Chavezmaya es un poeta. Nada más. Nada menos. Es hombre de palabra clara, del silencio dueño. Ganó el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2009, que le fue entregado en una solemne y emotiva ceremonia el 3 de diciembre en el Castillo de Chapultepec. Esa mañana de triunfo, esa jornada auroral ha estado precedida de otras auroras, de otros premios, de otras palabras. Poesía, siempre. Como la que en espiral se eleva en esta conversación que sostuvimos durante los últimos días de 2009 y los primeros de 2010
(María García Esperón).


¿Qué piensa "el niño eterno que te acompaña siempre" del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños que has obtenido?

El niño eterno no se la cree todavía. Ese niño que odiaba los nopales navegantes y escribía su nombre con sopa de letras, que cargaba su silencio y su anemia como un trofeo, que entraba a las cuevas del cerro de su pueblo a tocar las barbas del diablo, que se robaba los ciruelos amarillos del huerto vecino y se empachaba de capulines rojos, que jugaba trompo, balero y canicas, ese niño me mira con cierta desconfianza, con azoro, y desde el fondo del alma parece reclamarme un poco el haber revelado algo que sólo a nosotros, él y yo, concernía: la agridulce sustancia de la intimidad y la memoria. Pero claro que, por otra parte, el niño está feliz pues como a casi cualquier niño, a éste también le fascina salir al balcón y mirar la mañana y ver el desfile de la vida por la calle. ¿Qué quieres que te diga? El niño me sonríe, socarrón, desde el fondo del espejo.


Siempre fui un niño de huertos

¿En qué momento de tu vida comprendiste que eres poeta?

La respuesta será larga porque la pregunta lo merece. El título de poeta es uno de los más difíciles de alcanzar. La Universidad de la Vida es la única en el mundo que ofrece esa carrera. Y yo estoy empezando apenas. Hacen falta cursar y aprobar incontables materias. La mayoría deserta. Voy a citarte las palabras (que de seguro conoces) de uno de los egresados más emblemáticos, Rainer María Rilke, quien escribió:

“Para escribir un solo verso se debería esperar y saquear toda una vida, a ser posible una larga vida; y después, por fin, más tarde, quizá se sabrían escribir las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son, como creen algunos, sentimientos (se tienen siempre demasiado pronto), son experiencias.

Para escribir un solo verso, es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las flores al abrirse por la mañana.

Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hace tiempo se veían llegar; en días de infancia cuyo misterio no está aclarado aún; en enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en días pasados en habitaciones tranquilas y recogidas, en mañanas al borde del mar, en la mar misma, en mares, en noches de viaje que volaban muy alto y temblaban con todas las estrellas... y no es suficiente incluso saber pensar en todo esto.

Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a otra; de gritos de parturientas, y de leves, blancas, durmientes recién paridas, que se cierran.

Es necesario aún haber permanecido sentado junto a los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que llegan a golpes.

Y tampoco basta con tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan. Pues los recuerdos mismos no son aún esto. Hasta que no se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos, se eleve la primera palabra de un verso.”

¿Conseguir algunos versos válidos, lograr edificar un pequeño buen poema, eso me hace poeta? No lo sé. Lo que puedo decirte es que he aprendido con los años a enfrentar con mayor honradez la escritura. Antes era demasiado espontáneo, demasiado irresponsable, y daba a la luz textos descuidados. Ya no lo hago. Me guían los versos del poema “Invocación” de mi amigo y hermano Efraín Bartolomé, te lo cito completo porque vale la pena:

Lengua de mis abuelos habla por mí

No me dejes mentir
No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón

En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río

Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche

No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido
No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón
No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno
No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro
Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón
Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer
No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.


Dime, María, ¿qué más puedo responder después de eso?

Nada más. Sólo un bello silencio. Por favor, describe tu vivencia al terminar de escribir El niño en su casa del árbol de la vida.

Al terminar el poemario advertí que había estado trabajando en él durante de cinco años. La vivencia más clara entonces fue la satisfacción, el placer de haber logrado un poemario redondo y a mi gusto. Entendí que detrás de esa poda realizada a lo largo de los meses y los años había una voluntad de alcanzar la belleza de lo bien hecho, pues de las primeras versiones a las últimas hubo numerosas y fecundas correcciones. Si me preguntaras cuál es una de mis aspiraciones como escritor, te diría que es lograr la belleza que guarda todo oficio para quien sabe respetarlo. Eso también lo aprendí de mis padres y abuelos: el placentero deber de esforzarse por hacer un buen trabajo.

Con Luis Nishizawa

¿Escribirás más poesía para niños?

Sí, si Dios da licencia (como decían los señores de antes) seguiré escribiendo poemas para niños, igual que seguiré escribiendo cuentos para niños, cuentos eróticos para señoritas, cuentos y novelas para todas las edades, crónicas para rebeldes, discursos para vivir… Tengo proyectos literarios muy específicos, pero ello no impide que de pronto brinquen los renglones, adscritos a cierto género que no esté considerado ese día en el programa. Las palabras de un poema (o de un cuento, o de una novela) no piden permiso, no tienen respeto a los proyectos y programas, por muy disciplinados que éstos sean. La verdad es que no sé qué escribiré el día de mañana. ¿Quién sabe lo que espera a nuestros huesos, María? La única certidumbre es que seguiré escribiendo.

Tal vez lo que nuestros huesos se merezcan, Marco Aurelio. Y dime ¿cuáles son los ríos -literarios y vitales- que fueron a desembocar en tu poemario ganador?

Para darte una respuesta tendría que contarte mi vida. Ya mencioné la intimidad y la memoria de mi propia infancia. A partir de ellas puedo destacar tres ríos esenciales que han nutrido de alguna manera esta obra. Uno es la tradición oral, desglosada en todas esas historias, rondas, adivinanzas, retahílas, coplas, trabalenguas, poemitas, epigramas, dichos, que leí o escuché de niño-adolescente; otro caudal serían los poemas del Declamador sin maestro, o Cien poesías escogidas, esos libritos en edición popular que no faltaban en nuestras casas. ¿Cuántas veces repasé sus páginas? Conservó intactos en la memoria incontables versos: “Quiero morir cuando decline el día, / en altamar y con la cara al cielo; / donde parezca un sueño la agonía, / y el alma, un ave que remonta el vuelo.”; “En torno de una mesa de cantina, / una noche de invierno, / regocijadamente departían seis alegres bohemios.”; “Y que yo me la llevé al río/ creyendo que era mozuela, / pero tenía marido…”; “Tabernero, voy de paso/ dame un vaso de tu vino/ que me quiero emborrachar/ para olvidar este cruel destino/ que me hiere sin cesar…”; “Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis...”. Naturalmente, uno de los clímax de esas lecturas era aquel Nocturno del vate malogrado Manuel Acuña:

Pues bien, yo necesito
decirte que te adoro,
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto,
y al grito que te imploro
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión…



Por mis ojos desfilaban los Gutiérrez Nájera, Diáz Mirón, Amado Nervo, Pablo Neruda, García Lorca, Juan de Dios Peza, Paul Geraldy, López Velarde, como si fuera la alineación de un equipo de futbol. Muchos de los poemas no eran propios para un niño, ¿pero quién, en esa época, se arrogaba el derecho de juzgar o de decidir qué se podía leer y qué no? Mi padre, en su taller de herrería, en tardes de bohemia, nos ponía a recitar a mi hermano y a mí. Y heme ahí, subido en una silla, recitando a Luis G. Urbina: “Era un cautivo beso enamorado/ de una mano de nieve, que tenía/ la apariencia de un lirio desmayado/ y el palpitar de un ave en la agonía...”

Un tercer río muy importante en mi escritura es la tradición musical del cancionero popular que escuché gracias a mi padre y a mi abuelo. Mi abuelo paterno, Tomás Chávez, fue un gran músico de pueblo que aprendió desde niño el arte, sabía leer nota y tocó la trompeta, el trombón, el violín, en la orquesta fundada por mi bisabuelo. Muchas veces gocé en las fiestas familiares al verlo tocar en su violín aquellos valses mexicanos famosos, como Tristes jardines, Alejandra, Sobre las Olas… Mi padre, aunque no siguió el oficio en la práctica, fue y es un apasionado melómano; gracias a él supe desde muy niño de los Churumbeles de España, Los Bocheros, Lola Flores; supe de Agustín Lara, Toña la Negra, Jorge Negrete, Lupita Palomera, Lucha Reyes, Daniel Santos, el Trío Tariacuri, y de algunos “raros” como Carmen Delia Depini, El Trío Cantarrecio, José Agustín Ramírez.

Ahora pienso que esos tres ríos, con su bagaje melódico y literario, me dotaron de un ritmo para versificar, y entiendo que de algún modo aprendí también en ese acervo a comunicar el sentimiento de manera más sencilla. En todo caso, esas serían las fuentes de la que se ha nutrido mi poemario. Habría una cuarta, que corresponde a los sueños, pero esa nos llevaría hacia el mar infinito.


¿Escribes desde la mente o desde el corazón o desde ambos?

Quiero responderte con unas palabras de Juan Domingo Argüelles, extraídas de un artículo que escribió a propósito de la poesía de Efraín: “¿Para qué escribir si no se pone en el poema `la piel y la memoria´? ¿Para qué llenar páginas y páginas si en éstas no palpitan la `tibia soledad´, `el peso del silencio, la claridad, el temblor frío de la inquietud, la tempestad de la alegría´? ¿Para qué escribir, en fin, si la palabra no recupera su poder de nombrar y de hacer sentir las emociones y los sueños `del corazón del hombre´?”.

Eso con respecto a la poesía.

En cuanto a la narrativa, escribo desde el corazón, pero con la mente asomada por arriba del hombro. A mí me parece que la escritura, y todo arte, es el resultado del equilibrio perfecto entre razón y sentimiento. Todo esto tiene que ver (y tú lo sabes muy bien) con la buena armonía entre esa parejita famosa de forma y fondo. Hay escrituras muy bonitas donde no habita nadie, y hay otras que son puro corazón, corazón desbocado, en las que es evidente la escasa presencia de una herramienta, o mejor, de una técnica que dote de las mejores vestiduras a la sangre. Hay que saber encuadernar la entraña, para que la entraña no parezca rastro –o carnicería– sino arte verdadero.

¿Crees que la poesía, el hecho poético, puede transformar el mundo?

No sólo lo creo, sino que estoy convencido. Basta con recordar aquello que millones de personas repiten sin saber bien a bien el peso de lo que están diciendo: “Una palabra tuya bastará para sanarme…”. Una palabra es suficiente para incendiar el corazón de los hombres y llevarlos a la guerra, y también otra palabra es capaz de provocar el fuego del amor. Es dramático y prodigioso el ramillete de sentidos que cada palabra conlleva. La pluma es más letal que la espada, lo sabemos. Y la poesía, que es vida y también lenguaje, vivifica, transforma, ennoblece. Si los criminales que pueblan hoy nuestras ciudades y pueblos hubiesen leído poemas en sus infancias perdidas, o alguien los hubiese acercado más al milagro poético, acaso este país no estaría en las condiciones de podredumbre espiritual en las que se encuentra.

De toda la poesía que has leído y hecho tuya, ¿tienes algún poema o verso favorito?

Ya mencioné algunos versos líneas arriba, aunque todos ellos corresponden a una época muy precisa de mi vida, estacionada en la añoranza. Actualmente hay por supuesto otras preferencias, en mi formación lectora han aparecido ídolos, referencias, esas figuras cuya voz se convierte en fuente de autoridad y belleza. Pienso en Saint-John Perse, a quien admiro y leo con infantil idolatría, pero si me preguntas qué verso me gusta de él, no sabría responderte, pues me fascina el conjunto, el peso absoluto de una obra deslumbrante. En cambio, sí puedo citarte esos versos de Quevedo, con que finaliza su Amor constante más allá de la muerte, “…Serán ceniza, mas tendrá sentido; / Polvo serán, mas polvo enamorado.”, que yo creo que tendrían que ser el epitafio para la doliente humanidad que somos. De José Carlos Becerra, otro poeta muerto en la flor de su pasión, me gusta mucho un poema, Cosas dispuestas, que propone en su inicio: “Cada palabra es un sitio para mirarte, / cada palabra es una boca para acercarme a ti…”. ¿No te parece, María, que estas líneas son, o podrían ser, una declaración de amor a la propia Poesía? De Jaime Sabines, otra voz entrañable, hay numerosos versos que me tocan profundamente, como “Los amorosos callan./ El amor es el silencio más fino, / el más tembloroso, el más insoportable…”. ¿Cómo no le pueden gustar estos versos a quien ha sido un individuo silencioso? Otro par de líneas de Jaime: “El diablo y yo nos entendemos/ como dos viejos amigos…”, me hubiese gustado escribirlas. Ah, y hay algo de Joaquín Sabina que me encanta (y tal vez a ti te encante también): “Vivo en el número siete, calle melancolía”. En fin, creo que todo lo que te he citado va dibujando mi perfil de manera irrevocable, ¿no?


Con Joaquín Díez Canedo

¿Cómo fue el encuentro con tu niño interior, el que como tú y como yo nació un 7 de agosto?

En la infancia me rodeó la triste fama de ser un niño callado y muy tímido, un poco torpe. En la escuela hablaba poco, ¿pero de qué iba a hablar con mis condiscípulos de la primaria si ellos no sabían nada de todo ese universo que yo leía, que yo escuchaba, que yo soñaba? Ahora se habla de lento aprendizaje, de autismo, y hay abundante ciencia alrededor de la conducta infantil, pero en mi época en que fui niño ser callado estaba más próximo a ser tonto. Así que el niño que fui creció con el estigma de ser tonto, pero ésta era una consideración que funcionaba para los demás, pues yo nunca me consideré así, al contrario, con frecuencia me sentía un ser adulto metido en el pellejo de un niño; por eso hay un poema en mi libro que dice:

A veces pienso en cosas
que nunca he visto
y extraño una vida
que no he vivido.
Y me asusto.
A veces siento
que soy más viejo
que mi abuelo,
y que este cuerpo de niño
no es el mío.

A veces creo que soy el gato,
que mira con su ojos verdes
el corazón de un gran misterio
.


Me preguntas por el encuentro con mi niño interior, pero no ha habido tal encuentro porque jamás, en todos mis años de vida, me he separado de ese niño. Efraín Bartolomé dice: "Ahora el niño se borra. Se desvanece en la neblina. Pero no ha muerto: acaba de nacer. Desde hoy vagará en callejones internos como en un laberinto. En las callejas profundas de mí mismo". En mí el niño siempre fue una presencia que correteó a sus anchas por sus callejuelas, sin morir, sin renacer, siempre atento, siempre vivo. No sé qué más decirte.

Tengo curiosidad, ¿a qué te sabe Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños que has obtenido?

Me sabe a piloncillo, a ponche de diciembre, a amistad, a revelación, a compromiso. Después de veintisiete años de mi primer cuento publicado, creo que apenas ahora estoy por fin iniciando una carrera, y lo hago con pasos sólidos, por lo menos ésta es mi certidumbre.



Con Efraín Bartolomé

Del Diccionario de Marco Aurelio Chavezmaya

Poesía: Madre

Niño: Raíz

Árbol: Hombre

Casa: Fuego

Vida: Sangre